Una reflexión sobre el espacio y el rol de la religión en la sociedad contemporánea

Ella se llama Martha y cada mañana cuando los estudiantes jesuitas de la rue Blomet bajan a tomar desayuno, la encuentran ya trabajando en su reino: la cocina. Pocas veces la he visto tan emocionada como el día de la elección de Barack Obama a la presidencia de los Estados Unidos. “No pude dormir y en plena madrugada me levanté para escuchar las noticias, quería saber si finalmente Obama había ganado”, decía en medio de risotadas que denotaban su alegría. Todos en casa compartían la buena noticia, pero nadie se sentía tan cercano a Obama como ella. La razón? Martha es de raza negra, ella nació en el Caribe aunque de nacionalidad francesa. Y la victoria de Obama era para ella también su propia victoria.

Martha, sin saberlo, se unía así al conglomerado de gente en el mundo entero que apoyó a Obama desde el tiempo en el que éste competía con Hillary Clinton –hoy designada por él como su Secretaria de Estado en reemplazo de Condoleezza Rice- en las elecciones primarias de los demócratas. Lo más notorio fue el apoyo de prácticamente todo Hollywood. Todavía guardo en las retinas las imágenes de la bella Scarlett Johansson en el video Yes We Can de apoyo a Obama. Otro video que dio la vuelta al mundo fue el que preparó Madonna como interlude de su última gira –que estos días se pasea por algunas ciudades de América Latina- en el que Obama aparecía junto a personajes como el Dalai Lama o la Madre Teresa, mientras que el republicano McCain aparecía al lado de personajes funestos de la historia como Hitler.

Aunque la prensa se pregunta estos días cuál será la mascota que llevará a la Casa Blanca, o si finalmente dejará de lado su Blackberry, al que es tan aficionado; y los buscadores de Internet reportan que su nombre junto al de Britney Spears son los más solicitados por los internautas, parece que la resaca causada por el triunfo de Obama se ha calmado, por lo menos de manera momentánea. Quizás la euforia mediática vuelva cuando le toque asumir el poder y finalmente, para alegría de muchos, el señor George W. Bush deje el poder. Sin embargo y más allá del resultado final de las elecciones, quisiera fijar la atención sobre un punto que sin ser decisivo fue un elemento importante durante la campaña presidencial: la influencia del elemento religioso en la política estadounidense.

Para que quienes venimos de América Latina, los Estados Unidos son sinónimo de éxito y dinero, pero además es un lugar en el que aparentemente todo es permitido –por lo menos en el imaginario del latinoamericano promedio-. Al ver los videos de sus artistas, sus películas, sus periódicos, no nos queda más que pensar que en la tierra del Tío Sam “todo vale”. Sin embargo si damos un salto al otro lado del gran charco, en la vieja Europa, nos encontramos con que la percepción que se tiene de los Estados Unidos es completamente distinta, para ellos se trata de una sociedad sumamente conservadora, especialmente con respecto al tema religioso.

En Francia viven con orgullo el hecho de que a partir de la Revolución Francesa y bajo la influencia del Siglo de las Luces, la Religión y el Estado quedaron para siempre separados. Cada uno en el sitio que le corresponde sin mezclarse con el otro. “La hija mayor de la Iglesia” era la que le daba el golpe más duro desde la época de la Reforma Luteriana. Basta visitar las grandes iglesias francesas para reconocer el paso de los “revolucionarios”, que dejaron sin cabezas a las imágenes de ángeles y santos. Es célebre el recuerdo de las nuevas fiestas religiosas que se intentaron implantar, llegando al extremo de hacer bailar a una actriz disfrazada de la “Razón” en el altar de Notre Dame de París.

Durante la campaña presidencial norteamericana, los franceses no salían de su asombro al leer en las noticias la importancia que le daban los candidatos Obama y McCain al tema religioso. Ambos candidatos reconocían en público y sin ningún tipo de reparos su adhesión al cristianismo –cosa inimaginable en Francia- comentando con soltura sus costumbres de leer la Biblia (Obama) o de asistir a la Iglesia el domingo (McCain), sin contar además que uno de los encuentros más importantes que tuvieron ambos candidatos y que sin duda influyó en el voto de los ciudadanos estadounidenses fue cuando participaron en el forum organizado por uno de los pastores evangélicos más influyentes y populares de los Estados Unidos, Rick Warren.

Pero para sorpresa de tirios y troyanos la importancia dada al tema religioso dejaba de ser un terreno exclusivo de los gringos, en la laica Francia y casi al mismo tiempo, el presidente Sarkozy acogía con todos los honores posibles al Papa Benedicto XVI (fue a recibirlo al aeropuerto) y declaraba en el Elíseo la importancia del laicisismo positivo, rescatando el papel fundamental de la religión en la formación de la sociedad. ¡Plop! Eso es lo que debieron sentir los defensores de la sociedad laica y antireligiosa. Hay quienes señalan que se trató solamente de un artilugio mediático. Quizás. Y hasta lo mismo se podría decir de Alan García en el Perú, quien ha sido el primer presidente del Perú en asistir el 28 de julio por la mañana al Te Deum en la Catedral de Lima y por la noche participar en un servicio en una iglesia evangélica. Y al más puro estilo Bush (salvando las distancias, claro) utilizando palabras del Evangelio al hablar con la prensa.

Estos tres ejemplos, en los Estados Unidos, Francia y el Perú, son acaso una muestra que la Religión está de vuelta en el terreno político y dispuesta a quedarse? Cuál es el papel de la Iglesia y de la Religión en la política? En Europa queda todavía el recuerdo del medioevo en el que la Iglesia estaba directamente vinculada con el Estado. Las Cruzadas, las Guerras de Religión, la Santa Inquisición, están asociados directamente a todo este tiempo, los tiempos gloriosos de la Cristiandad. La idea del Papa como figura de poder espiritual y temporal todavía se mantiene en el imaginario de mucha gente, y seamos justos, eso no solo en Europa. Es cierto que no podemos volver a aquellos tiempos, tiempos que deben ser leídos y entendidos además en todo su contexto histórico. Pero acaso eso significa que el único lugar para lo religioso está reservado al espacio de lo privado o que su sola expresión se debe dar a través del rito y en un lugar específico como el templo?

Mencionar el tema religioso puede causar diferentes reacciones. En el Perú todavía se pueden escuchar comentarios como: “en una reunión familiar no se habla ni de fútbol, religión ni política” como una manera de evitar los conflictos. En Francia el tema es sumamente delicado en medio de una sociedad que defiende su ser laica con uñas y dientes. Y en los Estados Unidos las reacciones van de un lado al otro. Hace un par de semanas logró ubicarse entre los 20 films más vistos en la unión americana un documental denominado Religulous cuyo título es un juego de palabras entre Religion y Ridiculous. Lo religioso como sinónimo de ridículo. Eso nos lleva a preguntarnos, cuál es el lugar de lo religioso en nuestras sociedades?

Aunque el espacio para este artículo no lo permita, quizás una tarea a realizar sea hacer un recorrido histórico, para tratar de entender cómo el elemento religioso ha estado siempre presente en las distintas civilizaciones y sociedades, y de qué manera se ha ido desplazando de la esfera personal al espacio público, para luego ser restringido nuevamente al espacio personal. El debate entre el espacio de lo sagrado y lo profano aparece aquí puesto de manifiesto. Un teólogo como Paul Tillich insiste en la integración de lo religioso al interior de la cultura. La religión, dice Tillich, es el fondo, el contenido, la esencia de la cultura. Más allá de nuestra posición personal frente al tema religioso, más allá de lo que creamos o no, no podemos negar que el elemento religioso es un elemento presente en la vida de nuestras sociedades. Y es algo que debemos tener en cuenta para poder dialogar con otros.

Empecé hablando de Martha, una mujer como cualquier otra, con la que uno se puede encontrar en el Metro de Paris por las mañanas, como tantas con las que uno puede cruzar una que otra palabra, sin saber cuál es la fe que profesa, ni cuál es el espacio de la religión en su vida. A continuación le dimos una mirada al fenómeno Obama en los Estados Unidos y en el mundo entero, un nuevo presidente que no tiene empacho en decir que cada noche tiene como lectura personal algunos extractos de la Biblia. Quizás como lo deja entrever el documental mencionado, el mundo está embriagado de religión. Lo que es cierto es que mucha gente, en oriente y en occidente, en el primer y en el tercer mundo, tienen creencias religiosas que los conducen, tienen fe en algo que va más allá de ellos, tienen una relación personal o comunitaria con Dios. Y eso es algo que se debe respetar.

Cómo establecer entonces un diálogo, que no sea de sordos, para poder entenderse y vivir en armonía sin que la religión se convierta en un elemento de división, sino que por el contrario, nuestras creencias, nuestra fe, nuestras tradiciones religiosas nos permitan sentarnos en la misma mesa e intercambiar una palabra verdadera, para dejar de lado las discusiones sobre quién tiene razón o no, y pasar a preocuparnos juntos de los problemas fundamentales en el mundo de hoy como la pobreza y la violencia.

Víctor-Hugo Miranda, S.J. (Lima). Licenciado en Ciencias de la Comunicación. Estudia teología en el Centro Sèvres de Paris.


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