Algo palpita en el corazón de Madrid. Se trata del millón de emociones, voces y presencias que en estos días forman parte de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) número seis (siguiendo el formato de festival juvenil de tres días de duración). Rostros, banderas, mochilas de tres colores, metro, botellas de agua helada, calor… todo gira en torno al encuentro de más de un millón de jóvenes de los cinco continentes. Uno de los medios de Madrid lo ha llamado “La ONU de la fe”. Y no exagera. En cada esquina de la capital española se encuentra algo referente a este encuentro. Música, presentaciones artísticas, stands, los confesionarios en el Parque del Retiro, las iglesias que acogen, los escenarios en las plazas principales,… y un factor común: jóvenes caminando, encontrándose, riendo y llorando, bailando y rezando, jugando y descansando. Todos atentos a los actos centrales y a los encuentros con el Papa Benedicto XVI, pastor de esta Iglesia, que viene a compartir, hablar, escuchar y sentir este mismo palpitar.

Los días previos, en el Santuario de Loyola, tuvo lugar el encuentro MAGIS. Movimiento organizado por la Compañía de Jesús como preparación a las JMJ. Este año la organización corrió por cuenta de los jesuitas de España. Todo un éxito. En Loyola, por tres días, más de tres mil jóvenes – entre ellos 300 jesuitas -, procedentes de 50 países pudieron conocerse, intercambiar experiencias y celebrar unidos con quien los une: Jesús, a la luz del carisma Ignaciano. Y fue una fiesta. Banderas de los países representados se paseaban por los jardines del Santuario, jóvenes que se saludaban en español, inglés, coreano,… La Capilla de la Conversión, en el último piso de la Casa-Torre, con encuentros de oración o Eucaristías a cada hora, por delegaciones. El Santuario abierto para recibir las palabras y emociones de los jóvenes, en los “espacios de escucha”. Y, finalmente, la “Misa de envío” a la misión en la explanada del Santuario, presidida por el P. General, Adolfo Nicolás, que dejó entre muchas expresiones, estas palabras: “¿Cómo y dónde nos habla Dios?… Hoy sabemos que el trueno y el relámpago no llevan la semilla de Dios… Tormentas en la vida no nos faltan. Tampoco nos falta el miedo… Si lo que nos preocupa es nuestro bienestar o nuestro éxito, nos hundiremos sin remedio. Si lo que nos preocupa es el servicio y lo que sufre el otro, donde está Cristo, podremos caminar sobre el mar”. Luego, durante 6 días estos jóvenes ignacianos, divididos en grupos de 25, vivieron experiencias solidarias en proyectos preparados en diversos lugares de España y Portugal. Una vez en Madrid, se han unido a la fiesta mayor, forman parte de la marea de rostros jóvenes que inunda cada calle de la ciudad.

Comentarios y balances de la JMJ se pueden hacer desde todas partes. La prensa no confesional ha cubierto este encuentro con especial expectativa, teniendo en cuenta la situación actual en España como país y como iglesia y la visita de Benedicto XVI. Los medios cristianos y católicos, acentúan la oportunidad que tiene la Iglesia para mostrarse fuerte y viva. Los críticos más duros manifiestan su rechazo por los gastos que para el gobierno español ha significado la JMJ y la provocativa visita del Papa, que en medio de miles de jóvenes, se siente en la libertad de decir lo que quiera a España. Los diversos carismas y sensibilidades que existen dentro de la Iglesia de Jesús también expresan con libertad sus opiniones sobre este tipo de encuentros: “mucha bulla, poco fruto”, “la unión hace la fuerza”, “movilizar jóvenes es fácil, de eso no pasa”, “Esto es también Iglesia, no la sola imagen de templos vacíos”. Unos y otros tienen sus razones para expresarse y, como siempre, Dios, el tiempo y la historia nos darán las piedras de toque de la verdad.

Junto a ello, la visita del Papa y la JMJ misma, llegan en un momento difícil para los principalmente convocados: los jóvenes. España, como muchos países del orbe, pasa por una de sus crisis económicas más fuertes, reflejada en la falta de empleo (“paro”) de millones de jóvenes profesionales. Manifestaciones como la de los “indignados”, no representan, pero si anuncian un descontento y frustración grande, acompañados por muchos otros problemas afectivos, de horizonte, de valores y de fe. En tierras débiles hacen falta gérmenes fuertes.

Quisiera expresar una opinión personal. Para ello parto de la pregunta del P. General en la misa de envió del MAGIS en Loyola: ¿Cómo y dónde nos habla Dios? Dios está en medio de las multitudes. Eso lo sabemos por Jesús. Pero también está en la suave brisa, en el dialogo de a dos, en la experiencia personal e interior de cada uno de los corazones jóvenes que palpitan en Madrid. “San Ignacio trata de hacernos sensibles a esa brisa, a la voz suave de Dios” decía el P. Nicolás. Y eso es totalmente cierto cuando escuchamos, sí escuchamos –y no solo lanzamos afirmaciones apresuradas– la voz suave de Dios que sopla en cada joven. Definitivamente, este acontecimiento deja huellas en la historia. Para la Compañía de Jesús, es la primera vez que un grupo tan grande de jóvenes ignacianos se reúnen en Loyola. Para la Iglesia, y en ella la Compañía, estos encuentros rejuvenecen, abren las ventanas de las comunidades para que nos “airemos” con el aire fresco y alegre de Jesús.

El mundo, que hoy muestra tantos lugares de cruz y muerte (llámese, desilusión en el ambiente juvenil), necesita ser testigo, como los primeros cristianos, de estos signos de resurrección y vida. Por qué no atreverse a cantar a lado de los jóvenes estos días: ¡La iglesia está viva, porque Cristo está vivo! Las comunidades de fe en cada rincón del mundo y una buena representación de la Iglesia joven reunida estos días en Madrid, tienen una palabra, festejan la vida, el encuentro, oran por la paz, escuchan al pastor, tienen un corazón lleno de expectativas por un futuro mejor para todos y piden a Dios que les siga ayudando a buscar caminos para construir este mundo. Un mundo digno de ser llamado creación Suya. Los creyentes y no creyentes testigos de estos “sentires” en Madrid podemos dar fe de que esto es una fiesta, como aquella de Pentecostés, como la de los encuentros con el Resucitado en casa, en el lago, en la tumba vacía.

Ahora, como entonces, miremos el futuro (sobre todo si seguimos el dicho: “más importante que lo que nos sucede es qué hacemos con lo que nos sucede”). Cada participante volverá a su país de origen. ¿Qué toca ahora? ¿Cómo recoger lo vivido y transformarlo en elementos motivadores para seguir construyendo Reino en cada lugar? ¿Cómo y “en qué medida” las vidas de estos jóvenes, y las de las personas con quien compartan en adelante, cambiarán en sintonía con el deseo de Dios para cada uno? Me suenan a preguntas similares a la de los primeros cristianos. ¿Qué hacer ahora? ¿Cómo empezar a compartir esta noticia? ¿Cómo seguir viviendo este camino que nos atrae en comunidad, partiendo el pan, y escuchando las palabras que nos dejó el Señor?… Una vez más, quien nos convoca nos lanza el reto. Quien nos reúne nos envía. Quien conoce los gruesos problemas del ser humano, grita en suaves voces el horizonte que podemos seguir.

Una vez más, no desaprovechemos esta oportunidad. Que todos los que hemos tenido noticia de lo ocurrido en Loyola, Madrid y más allá, cambiemos el rumbo, volvamos a esos lugares de sombras tristes de rostros fríos y llevemos luz, seamos solidarios; que no sean más nuestros criterios, nuestras satisfacciones o límites en el dar. Que no sean nuestras comprensibles frustraciones por un mañana oscuro, producto de un presente orientado por modelos económicos caníbales y paralizantes. Dejémonos llevar por ese mismo impulso y ser testigos vivientes de que el palpitar de Jesús en el corazón humano no se detiene nunca. Ese es camino duradero y fiable para construir humanidad.

Juan Bytton, S.J.
Licenciado en Economía. Estudiante de Teología en la Pontificia Universidad Gregoriana (Roma)

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