El mensaje del Papa en Madrid y algunas notas sobre lo vivido

Al amanecer, en el aeródromo de Cuatro Vientos, al sur de Madrid, los rayos del sol comenzaban a despertar a miles de jóvenes que luego de muchos días de intensas actividades y una Vigilia de oración, se preparaban para participar de la ceremonia final de encuentro con el Papa. Las imágenes eran espectaculares. Un mar de jóvenes, bolsas de dormir y carpas que se combinaban con banderas, kits de desayunos y equipos de prensa instalándose. El ingreso del Papa, transformó la espera en una alegría generalizada. El papamóvil recorría los caminos preparados entre la gran explanada (comparada a 48 campos de futbol) y todos celebraban. Miles de sacerdotes, obispos y los invitados principales, los jóvenes, vivieron dos horas de encuentro eucarístico, donde Benedicto XVI predicaba con estas palabras: “Queridos jóvenes, también hoy Cristo se dirige a Uds. con la misma pregunta que hizo a los Apóstoles: “Quién dicen que soy yo?”… Fe y seguimiento de Cristo están estrechamente relacionados… La fe tiene que consolidarse y crecer, hacerse más profunda y madura, a medida que se intensifica y fortalece la relación con Jesús, la intimidad con El”. Más adelante agregó: “No se puede seguir a Jesús en solitario… No se puede encontrar a Cristo y no darlo a conocer a los demás. Jóvenes, comuniquen a los demás la alegría de su fe”. Una gran fiesta a cuatro vientos. Una fiesta inolvidable.


En una breve síntesis de las palabras del Papa estos días en Madrid dirigida a los diferentes grupos se puede destacar: 1) A las jóvenes religiosas: “Sus vidas cobran especial relevancia hoy, cuando se constata una especia de “Eclipse de Dios”, una cierta amnesia, más aun, un verdadero rechazo del cristianismo con el riesgo de perder aquello que más profundamente nos caracteriza”.  2) A los profesores universitarios católicos (palabras muy sentidas por sus recuerdos de profesor también): “los jóvenes necesitan auténticos maestros; personas abiertas a la verdad total en las diferentes ramas del saber, sabiendo escuchar y viviendo en su propio interior ese diálogo interdisciplinar; personas convencidas, sobre todo, de la capacidad humana de avanzar en el camino hacia la verdad… No podemos avanzar en el conocimiento de algo si no nos mueve el amor; ni tampoco amar algo en lo que no vemos racionalidad”. 3) Via Crucis: “No pasemos de largo ante el sufrimiento humano… la Cruz no fue el desenlace de un fracaso, sino el modo de expresar la entrega, Buena Noticia que devuelve la esperanza al mundo”. 4) A los seminaristas y clero diocesano: “Nadie elige el contexto ni a los destinatarios de su misión. Abran sus almas a la luz del Señor para ver si este camino, que requiere valentía y autenticidad, es el de Uds. avanzando hacia el sacerdocio solamente si están firmemente persuadidos de que Dios los llama a ser sus ministros”. 5) A jóvenes discapacitados en el  Instituto San José: “Una sociedad que no logra aceptar a los que sufren, es una sociedad cruel e inhumana”. 6) En el aeropuerto al momento de la despedida: “Doy gracias a Dios porque nos ha permitido vivir esta Jornada, tan llena de gracia y emoción, tan cargada de dinamismo y esperanza… obra de miles de personas y del Espíritu Santo que muestra así la grandeza de la vocación divina de todo ser humano”. Y sus últimas palabras dedicadas al país anfitrión: “España es una gran nación que puede progresar sin renunciar a su alma religiosa”. Frases destacadas que nos invitan a todos a interesantes reflexiones posteriores. El Papa abordó muchos temas más, y habló siendo consciente de los momentos actuales de las personas, los países, los gobiernos, la fe y el sufrimiento humano que va mellando la innata esperanza que existe en todos.  



A manera de anécdota, algunas cifras de este encuentro: 193 países representados; 21 idiomas en que se pudo tener información en la JMJ; 700 personas en coro y orquesta; 10 millones de metros de tela para la elaboración de los ornamentos litúrgicos; 15 de las imágenes religiosas más importantes de España reunidas en un solo lugar por primera vez (Via Crucis);  4,700 periodistas acreditados; 160 millones de euros en beneficios para la economía española.

Podemos encontrar muchas lecturas del JMJ. Una satisfacción compartida por los esfuerzos realizados y, por otro lado, agudas críticas no por el encuentro en sí, sino por la situación actual en que se da y su verdadero impacto. España pasa por momentos difíciles en tres frentes, principalmente: político, económico y eclesial. Ha sido evidente la constante presión de los medios por mediatizar políticamente la visita del Papa. “Jornadas diplomáticas”, “el éxito de Rouco” (Arzobispo de Madrid), “¿Eclipse de Dios?”… Han sido algunas de las notas periodísticas que marcaban distancia entre el éxito reconocido de esta JMJ y los refuerzos, o no, de las relaciones Gobierno-Vaticano.

Por otro lado, una característica común ha sido el estricto protocolo vaticano en todos los desplazamientos del Papa, quien, a pesar de todo, hizo sus mejores esfuerzos para estar cerca de los jóvenes. La alegría y vivacidad de los jóvenes pueden ser muy bien combinadas con espontaneidad y cercanía. Un impresionante escenario litúrgico, logístico y humano, pero que dejó extrañar una participación activa de los jóvenes durante las ceremonias, particularmente en la Misa de Envío. Podría pensarse en ceremonias con un sentido más participativo en los cantos, respuestas, himnos, aprovechando el entusiasmo a prueba del calor y la devoción respetuosa de los jóvenes reunidos. Se deja notar una tendencia a enfatizar la religiosidad personal, intima, de respeto silencioso y solemne, y descuidar el aporte alegre, vivo y festivo que los jóvenes aportan con su presencia en las celebraciones eucarísticas. Sin embargo, las calles, los encuentros y los festejos espontáneos mostraban esa fe fuerte de aire fresco, de equivalente profundidad y presencia de Dios. 

Felicitaciones a los organizadores. Ha sido una muestra de trabajo coordinado y organizado desde muchos frentes. El gobierno, los ayuntamientos (municipios), empresas de transporte, establecimientos comerciales, arquidiócesis, los 30 mil voluntarios y un largo etc. que demuestra “que no solo es posible la colaboración entre la iglesia y las instituciones civiles, sino que, cuando se orienta al servicio de una iniciativa  como ésta, se hace verdad el principio de que el bien integra a todos en la unidad”.

Un encuentro de multitudes, donde la cercanía, las emociones, las experiencias ganadas no se disolvían a pesar de los números y el cansancio comprensible. En pocas palabras: nos vamos con el corazón alegre y agradecido. Lo vivido desborda cualquier adjetivo. Los millones de jóvenes regresan a sus lugares de origen cargados de algunas pocas cosas, pero con cantidades de emociones que se expresaban aún en los gritos y arengas camino a los buses, trenes o aeropuertos. Gracias Señor por estos días. Gracias por que te haces un joven más y sigues siendo camino, verdad y vida en pleno siglo XXI.

Juan Bytton, S.J.
Licenciado en Economía. Estudiante de Teología en la Pontificia Universidad Gregoriana (Roma)

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