Por Carlos Alomía, SJ actualmente-millones-refugia-devastadora-vecinos_lncima20151216_0068_5“Son momentos finales o de morir o de vivir” (Press, 2016). Con este grito de auxilio, consciencia y misericordia expresado en twitter por Bana Alabed, una niña siria de siete años, se sigue haciendo palpable y radical la voz de miles de refugiados que huyen de la guerra con la esperanza de algún día volver a la vida, y salir de una crisis involuntaria que sigue abriendo heridas difíciles de sanar. En una entrevista realizada por Reporteros Sin Fronteras señala Bana: “estoy triste, muy triste porque van a tomar nuestras tierras y hemos tenido que abandonar Alepo. Alepo es mi tierra, mi escuela está allí, mi casa está allí, mi parque está allí” (Press, 2016).

Son innumerables los acontecimientos que este año han dejado al mundo desorientado e incluso sin aliento y esperanzas: atentados terroristas, incendios enormes que han cobrado vidas, actos de corrupción legitimados por los mismos gobiernos, violaciones a los derechos humanos, discriminación y violencia a todo nivel, feminicidios, homofobia, sectarismos, persecuciones, esclavitud, muros… y millones de personas desplazadas producto de la guerra y el terror en Próximo Oriente. Con todo esto ¿es posible hoy en día hablar de Navidad y de Jesús en un contexto de desigualdad y exclusión?1479249605-000i45ygLos refugiados, a diferencia de los migrantes que salen de sus países por voluntad propia, abandonan sus tierras para salvar sus vidas, vidas que se convierten en realidades ocultas al momento de huir. Sus rostros tristes, cansados y desnudos revelan soledad, inocencia, tiranía y opresión. Detrás de esas miradas tenues e incluso apagadas se ocultan historias de supervivencia y autodeterminación, como el caso de Michelle, quien “huyó de Burundi después de pasar más de dos años en el bosque buscando un lugar seguro donde vivir, lejos de la violencia que le rodeaba, esperando que la pesadilla acabara algún día” (SJR, 2002). O el caso de Moo Hser, quien relata: “estábamos con mi esposo y tres amigas (…). Cuando nos metimos en la densa selva, de pronto aparecieron soldados y obligaron a mi esposo a regresar (…). Los soldados nos llevaron hacia el interior de la Selva y nos violaron” (SJR, 2002). Los refugiados corren el peligro de sufrir abandonos, pérdidas de seres queridos y violaciones; incluso viven la impotencia de no poder denunciar ni quejarse ante tribunal alguno por estar en situación de abandono estatal, legal y fuera de cualquier tipo de justicia o ley, más todavía cuando los estados evaden su deber de darles protección, a pesar de que los países que han ratificado la Convención de 1951 están obligados a proteger a los desplazados por las guerras (ACNUR, 2001). De allí que Ban Ki Moon, Secretario General de las Naciones Unidas, afirme: “Nos enfrentamos a la mayor crisis de refugiados y desplazamiento de nuestro tiempo. Y sobre todo, esta no es solamente una crisis de números; es también una crisis de solidaridad”. (ACNUR, 2015).

A pesar de todo, el corazón de Dios en Bana anuncia un mensaje de ilusión: “tengo la esperanza de que algún día volveré a Alepo” (PRESS, 2016). Los refugiados como Bana, a quienes ha resultado difícil e incluso inhumano salir de sus países, no pierden la esperanza de volver a casa. Y es que, como dice el cardenal Kasper, “sin la pregunta por el sentido y sin esperanza degeneramos en un animal ingenioso, capaz de alegrarse únicamente con cosas materiales” (2012). Creo que en esta esperanza que permanece y acompaña a los refugiados es Jesús quien nace: nace en la esperanza de volver, en el pan que se parte en medio de la soledad, en la vida desnuda que encuentra calor y refugio en la sonrisa y paciencia de un amigo, en los refugiados que no pierden el aliento de seguir soñando. Allí está el mismo Dios que nos revela su gracia y misericordia cada año con el nacimiento de Jesús. En definitiva, la esperanza está profundamente ligada al verdadero sentido de la Navidad.
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Dice el papa Francisco: “al tocar la carne de Cristo en quien ha sido excluido, tiene hambre, sed, está desnudo, encarcelado, enfermo, desocupado, perseguido o prófugo, allí encontramos a nuestro Dios, allí tocamos al Señor”. (2016). Creo que la esperanza que Dios nos regala a través del testimonio de los refugiados puede alegrarnos esta Navidad, porque creemos que Jesús viene a llenar de justicia, paz y liberación nuestras vidas y la de los refugiados. En Dios podemos encontrar la esperanza que necesitamos para seguir amando y confiando en la posibilidad de un mundo más justo y cercano a los que más sufren.

Referencias:

ACNUR. (2015). Tendencias Globales. Ginebra: ACNUR.
ACNUR. (2001). Guía sobre el derecho internacional. Ginebra: ACNUR.
Francisco. (2016). El nombre de Dios es misericordia . Roma: Planeta.
Jesuit Refugee Service (2002). Refugiadas. Madrid: Libros libres.
Kasper, W. (2012). La misericordia. Barcelona: Sal Terrae.
PRESS, E. (19 de Diciembre de 2016). Europa press. Obtenido de Europa press: http://www.europapress.es/internacional/noticia-evacuada-alepo-bana-alabed-nina-siria-contaba-guerra-twitter-20161219101322.html

 

AlomíaCarlos Alomía Kollegger, SJ
Estudiante de Filosofía – Universidad Antonio Ruiz de Montoya
Acompañante – Comunidades Iñigo.