Motivos para celebrar

26 marzo 2018

Por Enrique Loyola SJ | Aprox. 5 min. de lectura.

La primera vez que escuché hablar de los jesuitas fue en uno de esos relatos de la historia que mi madre solía contarme -aprovechando las oscuras noches producto de alguna torre derrumbada por Sendero Luminoso- a finales de los ochenta. Sin duda, tuve la suerte de que mi madre fuese profesora de historia,  y, de que mis cuentos infantiles traten acerca de acontecimientos históricos.

Si bien es cierto que muchos de los episodios de nuestra historia me embargan de tristeza e indignación: batallas perdidas frente al invasor, el maltrato a los indígenas y los anhelos independentistas fracasados debo decir que, también hubo relatos que me ilusionaron, y,  uno de ellos fueron las reducciones Jesuitas en el nuevo mundo.

Me imaginaba cómo las embarcaciones que cruzaban el océano iban y venían repletas de mercancías para ser intercambiadas, y entre estas también individuos aventureros y valerosos que dejaron su país y familia para lanzarse a una misión desconocida: la de evangelizar, educar y defender a los indígenas ante la injusticia.

Yo soñaba con esas historias de hombres ensotanados inmersos en frondosos e inhóspitos territorios, lanzados al encuentro de indígenas que vivían otra cultura, adoraban otros dioses y hablaban otras lenguas. En aquel entonces me preguntaba: ¿Qué fuerza es la que impulsó a estos misioneros a realizar tales hazañas? Años más tarde descubriría cuál es esa Fuerza centrífuga que nos impulsa hacia la audacia de lo imposible[1].

Reducciones Jesuitas en Paraguay

Tiempo después tuve la oportunidad de leer el libro Los jesuitas en América Latina, 1549-2000 de Jeffrey Klaiber SJ. Del texto me atrajo -otra vez- los capítulos dedicados a las reducciones jesuitas en Paraguay, Chiquitos, Juli, Loreto y Maynas. Acerca de esta última reducción Jeff afirma que los Jesuitas llegaron a territorio jíbaro en 1638, acompañados por soldados españoles quienes les ayudaron a buscar a los indios y llevarlos a las misiones de Maynas; en las cuales se pretendía evangelizar ( con misas y catequesis) a los nativos y de esa manera, fomentar la interculturalidad de dos mundos totalmente distintos: el occidental y el jíibaro. Para ello, los seguidores de Ignacio de Loyola tuvieron que aprender las diferentes costumbres, mitos y lenguas originarias, con la finalidad de estar inmersos en su cultura y hacer posible una  verdadera interculturación.

Ha pasado mucho tiempo de tales sucesos, pero hoy las traigo a colación porque son aquellas historias que ilustraban mi infancia, unidas a mi deseo por conocer más de aquel santo de quien llevo el apellido; las que se dejaron atrapar por esa fuerza que te hace vencer tus más angustiantes miedo y te arroja a la incertidumbre de lo desconocido. Esa fuerza solo puede venir de Dios, y, es ella la que hizo que, después de un largo discernimiento, me anime a dar el primer paso para ingresar a aquella orden religiosa que me atrajo desde pequeño y en la cual ya llevo seis años: la Compañía de Jesús.

Actualmente realizo mi segundo año de magisterio en la institución educativa Fe y Alegría 55 Valentín Salegui, de Yamakaientsa, quien este 2018 cumple 50 años de fundación. Nuestros alumnos provienen de diferentes comunidades nativas,  pertenecientes a las etnias: awajún y wampís. Toda esta experiencia viene siendo un desafío, pues dejarse enmarañar por una cultura nueva, la misma que se enriquece, cuando en las clases de religión los alumnos narran sus mitos, historias y sus experiencias místicas de toma de ayahuasca, a través de la cual purifican su cuerpo y entran en comunión con lo trascendente. Utilizando a la naturaleza como un medio para la comunicación entre Dios y el hombre.

Algo interesante que se viene realizando son Ejercicios Espirituales con toma de ayahuasca para nativos quienes previa preparación, buscan alcanzar una conexión con lo divino a través de una experiencia mística mediante la toma de ayahuasca, la cual va en comunión con el mundo sagrado del cristianismo. En esa sinergia de aprendizaje es donde se realiza  la síntesis de la cosmovisión awajún y del cristianismo, pues esta se ha venido dando de manera consciente y espontánea desde la llegada de los primeros misioneros cristianos.

Finalmente, considero que el cristianismo nos ayuda a dar sentido a nuestras vidas, a reestablecer relaciones rotas con Dios, la creación y mi prójimo. Además, enriquece a otras culturas (y se enriquece así misma) cuando, reconoce y respeta las tradiciones ancestrales, y aporta a ella, dándole una estructura y fundamento a otras creencias religiosas.Algo que han venido  transmitiendo los misioneros jesuitas que llegaron hace 450 años y también los que vinieron a mediados del siglo pasado a la amazonia, estableciéndose en Jaén, San Ignacio, Chiriaco, Santa María de Nieva.

Misioneros como José Martín Cuesta, Gonzalo, Manolo García-Rendueles o José María Guallart, de quienes su memoria sigue viva en cada uno de las personas que los recuerdan con gratitud y nos alientan a seguir construyendo una Iglesia con rostro amazónico[2].

Papa Francisco siendo coronado con Tawas por Santiago Manui, lider Awajun.

 

Referencias:
[1] Expresión utilizada por el general de la Compañía de Jesús Arturo Sosa.
[2] Discurso del Papa Francisco a los pueblos originarios en Puerto Maldonado el 19 de enero del 2018.

Enrique Loyola Echeverría, SJ
Profesor en el Colegio Fe y Alegría 55 “Valentín Salegui” – Amazonas.

Comentarios recientes

Categorías

Archivos