Un mundo de likes no basta

2 septiembre 2018

Por Frank Eduardo Gutierrez, SJ | Aprox. 5 min. de lectura.

Hoy en día es muy normal buscar información acerca de una persona a través de las redes sociales. ¿Quién no ha stalkeado a una persona alguna vez? Revisar los perfiles en las redes nos da una idea de cómo es la persona con quien queremos interactuar. En el muro podemos encontrar información sobres sus gustos o hobbies, de su posición política, las cosas que le apasionan, las actividades que normalmente realiza, sus círculos de amigos y hasta el lugar donde suele comer. Esta práctica ha creado otra: darle importancia a la imagen que nosotros queremos proyectar en redes sociales.

Para visualizar el tema de la imagen, les propongo hacerlo a partir de la parábola del “fariseo y el publicano”(Lc. 18, 9-14). Aunque usualmente esta parábola nos ayuda a entender por contraposición la forma de acercarse a Dios por medio de la oración, esta vez quisiera darle un enfoque diferente, no tanto sobre cómo nos acercamos a Dios sino sobre cómo nos acercamos a las demás personas a partir de la imagen que construimos en las redes sociales. Por tal razón, propongo observar los detalles de segundo plano que se encuentra en esta parábola. Debemos indicar que el espacio donde se desarrolla el relato es un espacio público. El fariseo construye una imagen en el espacio público que no necesariamente tiene coherencia con su vida privada. Este personaje actúa de una manera específica para que las demás personas que lo observan construyan una imagen a través de las acciones demostradas en un determinado momento.

El fariseo necesita demostrar a los espectadores que él es bueno, necesita tener la aprobación de los demás y precisa compartir su “bondad” para recibir reconocimiento. Esta forma de comportarse lo aleja de sí mismo, le quita libertad y autenticidad. El estar preocupado todo el tiempo por construir una imagen en una plataforma virtual genera también que seamos narcisistas. Nos enfocamos tanto en este proceso de construir una imagen “perfecta” de lo que queremos aparentar que perdemos contacto con lo real y todo esto por una ilusión pasajera que nos puede llevar a ser personas sin sentido de vida.

Al igual que el fariseo nosotros podemos perder nuestra autenticidad al buscar la aceptación de otros cuando estas plataformas se vuelven el centro de nuestras vidas. Publicar en las redes no tiene nada de malo, pero debemos estar pendientes por si este tema se vuelve fundamental en nuestra vida. Debemos observar y tener en cuenta que hay cosas que nos aportan y otras que nos pueden ir restando. ¿Cómo estás tú con el tema de la imagen en las redes sociales? ¿Estas siendo libre frente a esta dimensión de tu vida?

Me permito compartir una experiencia que tuve hace un tiempo y que me llamó la atención. Estaba junto a un amigo en un museo que exponía juguetes de distintas épocas y esto nos trajo recuerdos y sentimientos de esa infancia que recordábamos con mucha alegría. Mientras recorríamos despacio cada rincón, ingresó una persona y con su celular pasó por todo el lugar haciéndose una gran cantidad de selfies. Lo verdaderamente preocupante de esta persona fue observar que nunca tuvo contacto con nadie, su paso fue fugaz y a nuestro parecer nunca pudo detenerse para sentir sus sentimientos y recordar su infancia. Para esta persona la imagen era lo más importante, no le importaba sentir, conocer, recordar “dejarse afectar” solo estuvo en este lugar por el selfie y por su imagen.

Otro ejemplo pueden ser las personas que postean cosas solo por llamar la atención. Es decir, hay un gusto por ser controversiales, sentirse más que otros, hablar incluso de cosas sobre las que se tiene poco conocimiento o tener posturas que no van de la mano con lo que cada uno cree. En este caso es muy normal que en ocasiones seamos testigos de peleas virtuales que se extienden -deshumanizando- y no llegan a nada. Todo esto por crear una imagen y obtener unos likes que al final termina por alejarnos de otras personas.

Volvamos a retomar la parábola que mencionamos líneas arriba, al final el publicano regresa perdonado. Regresa libre y esto se debe a que fue auténtico sin limitarse por la mirada de los demás, sus palabras y suplicas fueron escuchadas y creó un vínculo con Dios y con los otros que apreciaron su fragilidad. Contrariamente, el fariseo perdió este momento. Tenía una imagen que cuidar, la de ser intachable que limitó toda su experiencia. El fariseo vivía para su imagen y no pudo afectarse, no fue capaz de arrodillarse.

En este instante podemos hacer un alto y ver el caso de alguien cercano a nosotros o vernos a nosotros mismo frente a este tema. ¿Estamos preocupados por construir una imagen para obtener likes? ¿Posteamos frases llamativas o compartimos publicaciones con este mismo fin?

Lo relevante de las redes sociales es el mundo que nos abre, la posibilidad de lazos y vínculos que estos posibilitan. Mundo que cuando se queda en la imagen no pasa a la reflexión y mucho menos a la acción concreta. No basta con enojarme, entristecerme o encantarme con algo puntual; se trata de marcar una diferencia desde acciones con las personas que están cerca de mí, con la realidad o mundo donde nos desenvolvemos. No basta poner me gusta a posiciones moralmente admirables, se trata de actuar en lo cotidiano con esa moral. Este mundo que queremos que sea mejor no se construye con likes, se construye con acciones porque un mundo likes no basta.

Frank Eduardo Gutierrez Romero, SJ (ECU)
Estudiante de Educación y Filosofía – Universidad Antonio Ruiz de Montoya
Equipo de Pastoral – Colegio Fe y Alegría Nº 1

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