En francés hay una expresión de larga data que hace referencia al Perú. “C’est pas le Pérou”, que se puede traducir como: “Esto no es el Perú”. Según nos han explicado alude a algo que es difícil de alcanzar. Quizá con la idea que en el fondo se hacen los franceses del Perú, es decir de un lugar lejano y al que es difícil de acceder. Sin embargo, hay mucha gente de Francia y de distintas partes del mundo que decide cruzar el gran charco para llegar hasta la tierra de los Incas, no solo para visitar Macchu Picchu y probar el pisco peruano, sino para ayudar, para dar una mano en el servicio a los más necesitados. Algunos parten a tierras peruanas con algo más que una mochila en los hombros, con muchos sueños y deseos de encontrarse con una realidad nueva, y motivados por colaborar en el desarrollo de un país que lucha desde hace mucho tiempo por mejorar el nivel de vida de los más pobres.
Aquí les presentamos tres ejemplos distintos de algunos jóvenes franceses para los que el Perú se ha convertido en una nueva casa, ya sea por una temporada larga de trabajo social, o como un lugar de paso como parte de una visita más amplia por tierras sudamericanas. Sus nombres y lo que hacen lo encontrarán en los blogs que han publicado para compartir con el mundo lo que van viviendo en el Perú, al que decidieron ir, como dice el logo de PromPerú, “con mucho gusto”. (Un pequeño detalle es que los blogs están escritos en francés, quizás una buena ocasión para aprender un nuevo idioma!!!).
Haciendo voluntariado con los jesuitas en Cangallo, Ayacucho
http://encooperation.uniterre.com/
Haciendo voluntariado con los jesuitas en Piura
http://carolineauperou.over-blog.com/
Siguiendo el recorrido del Che Guevara por una causa benéfica
http://defiducoeur2008.blogspot.com/
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“Vale un Perú”. Cosa curiosa, o, más bien, cosa irónica. Franceses que mueren de ganas por conocer el Perú, y, al otro lado del continente, peruanos sudando a diario la gota fría para ahorrar unos cuantos euros que les permita enrumbarse cuanto antes a conocer Paris, la Torre Eiffel y quizá otro gustito más que ojala el dinero ahorrado le permita conocer, pero no derrochar. En fin, son situaciones aparentemente inconexas, desarticuladas, sin puntos en común. Aparentemente, pero realmente no lo son. Es lindo leer que Francia, a través de personas desinteresadamente voluntarias, se muera de ganas de venir al Perú no sólo para “mochilear” por los andes o para probar el ardiente pisco peruano, sino para dar una mano suya a otro hermano suyo, si bien distinto en nacionalidad, muy parecidos cuando la búsqueda del bien común se hace presente. El bien de la humanidad es el punto común que une diferencias. Ironías de la vida, porque Perú, a través de aventureros estudiosos o incautos bohemios, conoce a parisinos que dejan sus proyectos en la otra orilla y matan sus nocturnas aventuras citadinas por adentrarse al otro lado de la orilla, al mundo de los andes, para descansar, caminar, sonreír y soñar cerca de aquel otro rostro tan humano como el parisino pero llamado incaico. Es ese el Perú, allí encontraremos a un peruano siempre dispuesto a recibir gratuitamente a un extranjero. Esa es Francia, ojala siempre sea así, dispuesta a compartir lo suyo y enriquecer más nuestra riqueza. Es rico y sabroso reconocer que mientras más distintos y diferentes nos reconocemos más nativos nos sentimos, nativos de un mismo bien que compartir. Somos hermanos de un mismo bien que se nos hace muy familiar. ¿Quién no sueña con crear estructuras saludables? Aquí o allá, en Perú o en Francia, parisinos o peruanos, ¡dignidad llamamos a toda aquella voluntad que libremente muere de ganas por compartir lo poco de su riqueza con otro corazón que la recibe y la enriquece! Estos tipos de experiencias se hacen dignas de contar, de narrar, de escribir, de sacarse el sombrero y cantar expansivamente: ¡Vale un Perú!
Saludos, desde Chiclayo, Wang Yu.