La comedia de enredos juveniles Glee es una de las más populares en los Estados Unidos. 11 millones de televidentes cada semana y uno de los mejores promedios en cuanto a público juvenil, lo cual significa muchos millones de dólares en publicidad. Las canciones que son el hilo conductor de cada capítulo se disparan cada semana en el ranking de ventas de itunes y han superado el récord de los Beatles en el número de ingresos al Hot 100 de la revista Billboard. Todo un fenómeno cultural de estos tiempos. Ganadora del Globo de Oro, Glee ha lanzado al estrellato a sus jóvenes (y a las no tan jóvenes también) figuras. Además le ha dedicado un capítulo a Madonna, otro inspirado en las canciones de Lady Gaga y recientemente Britney Spears apareció en un capítulo sobre ella misma. Pero eso no es todo y esto puede sonar a sacrilegio para algunos, pero Dios también se ha ganado el derecho de aparecer en Glee, la serie de moda.

¿Pero cómo se les ocurre a los productores de Glee poner en el mismo nivel a Dios, Madonna, Lady Gaga y Britney Spears?, dirán algunos. ¿Qué tiene que ver Dios con estas tres cantantes que además no son precisamente personas muy edificantes por sus estilos de vida? Pues, de hecho que no hay punto de comparación y a primera vista no habría ninguna relación. Incluso se podría decir que se trata solo de una manera de llamar la atención de la gente y de causar escándalo, porque después de todo, el escándalo siempre vende. Sin embargo el hecho de que Dios y estos íconos de la música pop sirvan de inspiración para esta serie, puede significar algo que sea digno de analizar y comentar.

El joven teólogo Thomas Beaudoin propone en su libro “Virtual Faith” que algunas de las manifestaciones de la cultura contemporánea pueden ser espacios en los que la sociedad expresa su religiosidad, su percepción de lo sagrado, su fe. El se centra en la llamada “Generación X” y analiza algunos videos musicales de los años 90. Su propuesta nos puede ayudar a pensar en estos espacios de la cultura actual como “lugares” teológicos, espacios que nos puedan hablar de Dios. Si partimos de la afirmación de Karl Rahner quien habla de la auto-comunicación de Dios como de la plena revelación de Dios en la figura de Jesucristo, Dios hecho hombre, entonces estamos invitados a tomar seriamente la encarnación. La humanidad es el lugar privilegiado de la revelación de Dios. Como dice Juan en su Evangelio, “el Verbo se hizo carne y puso su tienda entre nosotros”.

Alguien podría decir que esto es válido solo para los creyentes o solo para sociedades religiosas. Sin embargo Karl Rahner continúa con su razonamiento y llega a la conclusión de la presencia de Dios en todo ser humano, sea creyente o no, cristiano o no. Porque su auto-comunicación fue plena, no hay un espacio de lo humano que no haya recibido esta comunicación. Luego queda a la libertad del sujeto de aceptar esta gracia. Entonces la humanidad es capaz de comunicar algo de Dios. Eso no quiere decir que todo lo que el hombre comunica es de Dios, pero algo de lo que comunica, sea consciente o no, lo quiera o no, puede expresar algo de Dios.

De ello no se deduce necesariamente que tengamos que leer el capítulo “Grilled Chessus” de Glee como una parábola, o como una manifestación religiosa. Sin embargo, mi interés radica en hacerse la pregunta de qué significa esta presencia ¿inaudita? de Dios en una serie de televisión y qué nos dice de la presencia de Dios o de lo “religioso” en el imaginario de la gente de hoy ¿Por qué en medio de sociedades cada vez menos confesionales o menos interesadas en la religión, se habla de Dios en televisión abierta? Y tratando de dejar toda ingenuidad de lado, si las razones son solo comerciales, ¿cuál es el efecto que esto produce en la gente? ¿Qué mensaje religioso se transmite? ¿Con qué figuras de Dios nos encontramos?

El capítulo en cuestión empieza con el momento en el que uno de los personajes principales, Finn, se prepara un sándwich de queso y al abrir la tostadora “ve” la imagen de Jesús en el pan tostado. Entonces decide no comérselo y guardarlo. Pero no solo eso, sino que además se anima a orar y le pide a Jesús algunos “favores especiales”, que sorpresivamente parece concederle: ganar un partido de fútbol, volver a ser capitán del equipo y llegar a más intimidad con su novia. Todo ello produce confusión en el joven que va a hablar con una de las profesoras, quien le explica que los acontecimientos no responden necesariamente a una “acción inmediata” de Dios en la vida del joven, ante lo cual él se siente decepcionado: “Yo pensé que tenía una relación privilegiada con él, como una línea directa con Dios”. Y ella responde sin darle soluciones, dejando abierto el tema de la fe: “las grandes preguntas son grandes justamente porque son difíciles y todos tenemos que lidiar con ellas”.

Al haberse sentido “tocado” por esta “visión”, Finn había decidido plantear en el club Glee cantar sobre Dios (algo que le había prometido a Jesús), lo cual es aceptado por algunos y criticado por otros. A lo largo del capítulo vemos como otro de los personajes, Kurt, vive su propio camino de preguntas al experimentar el dolor de ver a su padre enfermo y afirmar delante de sus amigos que no cree en Dios. Para él Dios debe ser cruel si es Dios quien lo creó gay. Y al mismo tiempo son los seguidores de ese mismo Dios quienes lo insultan y lo maltratan justamente por ser gay.

Otro personaje que pasa por una situación de cuestionamiento de sus propias ideas es Sue, la entrenadora de las porristas y enemiga del club Glee. Ella se resiste a que el grupo cante canciones religiosas. Y lo hace porque ella también dejó de creer cuando su hermana, con cierta discapacidad, era maltratada por otros y no considerada como normal. “Yo le pedí a Dios que cambiara las cosas, pero nunca las cambió. Desde entonces dejé de creer”. Sin embargo en diálogo con su hermana, ésta le dice que ella sí cree en Dios y “si quieres puedo rezar por ti”, a lo cual Susan asiente.

Tres personajes de la serie pasan por una situación de “deconstrucción” de las imágenes que se han hecho de Dios, cada uno tiene que aprender a lidiar con ellas y quizás a construir otras. El capítulo termina con Finn comiéndose el resto del sándwich que había guardado, aquel en el que se “veía” el rostro de Jesús. He leído en algún blog que alguien interpretaba esto como un gesto eucarístico, pasar de creer en esta imagen para vivir la presencia de Jesús en su vida de una nueva manera. No lo había pensado así y no sé si los guionistas lo pensaron así. Las interpretaciones de estas manifestaciones quedan a la libertad del televidente. Es él quien tiene la palabra.

Algunas de las canciones elegidas para este capítulo son también una muestra de las diversas maneras de acercarse a lo de Dios. “I want to hold your hands” de los Beatles en una versión moderna y sentida de Kurth; “Losing my religión” de REM en el momento de duda y cuestionamiento que vive Finn tras la ilusión inicial; “Papa, can you hear me?” de Barbra Streisand en la película Yentl en un momento de oración interreligiosa frente al papá de Kurt enfermo. Y finalmente “One of Us” de Joan Osbourne, que tuvo éxito a principios de los 90, y que nos habla de la presencia de Dios en medio de nosotros.

No se trata de hacer afirmaciones categóricas sobre un posible retorno de Dios al imaginario popular contemporáneo. Pero el hecho de que Dios forme parte de los temas que se tratan en una serie tan actual y tan popular como Glee puede ser una invitación a prestar atención a todo aquello que no nos parece “sagrado” y que sin embargo puede decirnos algo de Dios o de la experiencia de Dios que otros pueden tener.

Víctor Hugo Miranda, S.J.
Hace una licenciatura en Teología en Boston College.

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