Pedro Miguel Lamet habla de su vida como jesuita, de su profesión de escritor y periodista, y de su vocación de poeta.


Corría un día como cualquier otro del año 1998 y como tantas otras veces a esas horas de la noche la redacción del diario La República se encontraba casi vacía. Los redactores en su mayoría ya habían partido, mientras yo aún esperaba las pruebas de las páginas que serían publicadas horas más tarde. Era el momento para navegar por Internet y averiguar más cosas sobre los jesuitas, de los que por entonces no tenía mayor información que aquella que uno encuentra en los libros de historia. De pronto al visitar la página web de los jesuitas de España hubo un nombre que capturó mi atención. Decía: Pedro Miguel Lamet, escritor y periodista. Y yo me pregunté cómo es posible conjugar el hecho de ser sacerdote jesuita con el oficio de ser escritor y periodista. Entonces mi espíritu de periodista pudo más y me atreví a enviar un e-mail, cuya respuesta no tardó en llegar, dando inicio a un largo intercambio epistolar a través del ciberespacio.

Hoy, diez años después, me atrevo a hacer la misma pregunta, esta vez no a través del Internet, sino en vivo y en directo. Y la respuesta no se hace esperar, sin por ello dejar de sorprender: “Lo más importante para mí es la poesía, verdadero misterio de la creación. De niño tuve una enfermedad que me enseñó a ver el mundo desde fuera. No hay mayor diferencia entre ser poeta y hombre del misterio. Son dos facetas que no están desconectadas. Como lo han mostrado los grandes poetas místicos, siempre hay un desgarro entre lo humano y lo divino. La poesía te permite mantenerte abierto al misterio”. Pedro Miguel Lamet, jesuita, escritor y periodista, pero sobre todo, poeta.

Escritor, periodista, poeta

“La poesía si es de verdad toca el fondo del ser humano. El poeta aunque no sea creyente trata sobre el mundo trascendente. La poesía toca a Dios, es el último escalón de la trascendencia, de la experiencia humana. Hoy en día falta un poco de poesía y también falta un poco de humor. El humor es sonreír entre lágrimas . Hay que mirar el mundo desde una sonrisa, que ayude a liberarse, a trascender”.

“Jesús era un poeta popular. Las parábolas son textos literarios de poesía popular. Pero esa poesía se ha perdido. Las homilías de hoy son poco abiertas a lo novedoso. La literatura de Jesús era, en cambio, una literatura para despertar al creyente. Una palabra que iba acompañada del ejemplo porque las palabras mueven, pero son los ejemplos los que arrastran. Una muestra es el mismo Jesús que muere víctima de su propia palabra”.

Pedro Miguel Lamet inició su carrera de periodista hace muchos años, trabajando como corresponsal de periodismo religioso, escribiendo para diversas publicaciones, llegando a dirigir por algún tiempo la revista Vida Nueva. Pero los momentos de gran éxito profesional llegaron acompañados de incomprensiones.

“El criterio para no dejarse ganar por el éxito es mantener una escala de valores. El éxito en mi vida ha sido secundario frente a mi fe y mi vocación. En algunos momentos me he tenido que ocultar y obedecer. Nunca he cambiado de chaqueta, pero sí he tenido que callar porque me dijeron que callara. Tengo el orgullo de haber luchado por la verdad, por la libertad dentro de la Iglesia y en los medios en los que he trabajado”.

“Estuve obligado a no escribir nada de religión en la prensa, así que decidí escribir de otras cosas. Como buen andaluz hábil, supe escaparme un poco de los esquemas, las cosas no son blanco y negro, hay muchos grises. Yo siempre he sido un hombre con un pie en la religión y otro en el mundo, eso es importante para poder ser verdaderamente mediador. Lo que siempre me ha ayudado es la fe y la oración y claro, un poco de sentido de común”.

Del periodismo a la literatura. De la reseña diaria a la novela histórica. Sus novelas sobre las grandes figuras de la Compañía de Jesús se han ido sucediendo una tras otra acompañadas del éxito, de Ignacio de Loyola a Pedro Claver, pasando por Francisco Javier y Francisco de Borja. Pero no cabe duda que su obra mayor ha sido la biografía de Pedro Arrupe y es también la que le ha brindado mayores satisfacciones. “De todos los hombres que he conocido en mi vida Arrupe ha sido el gran descubrimiento. El era un verdadero hombre del cielo y de la tierra, era un santo simpático, un hombre de gran calidad humana que veía a la persona por encima de la institución. La publicación de la biografía de Arrupe fue un momento de gracia. El fue un segundo Ignacio de Loyola, un hombre del siglo XX, cuyo reconocimiento llegará en algún momento. Y su biografía es un libro vivo que sigue ayudando a mucha gente”.


Los medios de comunicación

Lamet no ha tenido mayores problemas para pasar de la máquina de escribir que solía utilizar en sus inicios como periodista a la era digital. Además de sus libros, uno puede visitar su página web y su blog de comentarios. “El Internet es parte de esta maravilla de la tecnología, una ventana abierta y personalizada. Los medios de comunicación tradicionales están condicionados por razones empresariales o políticas. El Internet, en cambio, es abierto, universal. A mí me ha permitido contactarme con personas de distintas partes del mundo a las que ayudo en sus procesos de autoliberación. El Internet es un púlpito extraordinario, un confesionario virtual, donde la gente se libera, hablando o escribiendo”.

“Algunos prelados no se han puesto al día. Los obispos le tienen miedo a los medios de comunicación masiva. Yo creo, sin embargo, que con Internet es más fácil que la Iglesia pueda tener una entrada. En la Compañía se debería destinar a más gente a trabajar en el tema del Internet, del arte y del diálogo con la cultura”.

Los medios de comunicación siguen siendo, piensa Lamet, un espacio de evangelización. “La TV, la “caja boba” que entontece, está mal utilizada por las cadenas, por la gente. Y en el cine también hay mucha superficialidad. Sin embargo todo ello bien utilizado puede dar muy buenos resultados. Para muchos superiores los medios son igual a superficialidad. Pero para poder evangelizar hay que conocerlos bien desde el interior”.

“En algunos medios se puede trabajar de manera implícita o explícitamente, pero hay que evitar la melosidad, la cursilería. A veces uno se encuentra con cosas demasiado pías y melosas; es importante ser sobrios y saber transmitir con calidad. En el cine, a nivel pastoral, se han hecho cosas muy atrasadas, el cine exige mucha calidad y para ello hay que formarse bien”.


Los jesuitas

Para Pedro Miguel, la Compañía de Jesús debe seguir comprometida en su diálogo con la cultura de hoy y con las culturas que se entrecruzan en el mundo pluricultural del que formamos parte. “La actual sociedad globalizada es una coctelera que va a cambiar la faz del mundo. Es importante estar en diálogo con la cultura. Y la Compañía de Jesús siempre ha tenido aprecio por lo cultural. Para poder evangelizar es importante tener una presencia en la cultura, uno no evangeliza manteniéndose a distancia, sino involucrándose. También hay que saber valorar lo bueno que hay en la cultura contemporánea para luego poder transmitir la buena nueva de Jesús”.

Lamet insiste en la responsabilidad que tienen los jesuitas de dialogar con la cultura, algo que les viene por herencia directa del fundador de la Compañía, Ignacio de Loyola. “Estando en Salamanca, Ignacio decide comprar un burro para transportar sus libros. Allí uno puede darse cuenta de la importancia que va adquiriendo la cultura para él. Y bueno, la historia nos ha mostrado cómo el sentido humanístico ha sido algo muy propio de la Compañía de Jesús”.

La Compañía de Jesús ha cambiado mucho después del Concilio Vaticano II, según afirma Lamet, gracias a la figura de Pedro Arrupe y a la impronta que este general de los jesuitas supo transmitir a la Compañía en tiempos de cambios y convulsiones al interior de la Iglesia. “Arrupe tenía una sensibilidad muy clara en el tema de las comunicaciones y del diálogo con la modernidad, temas en los que con el anterior pontificado hubo un retroceso”.

Hay muchas preguntas por hacer, hay muchos temas en los que profundizar. Lamet es un libro abierto, que dice lo que realmente piensa. Sin embargo el tiempo de la entrevista se acaba. Y del tintero surge una pregunta sobre la importancia de la visibilidad de la Compañía de Jesús en un mundo tan mediatizado como el nuestro. “Durante los últimos 25 años de pontificado los jesuitas hemos estado un poco ocultos. Pero al mismo tiempo muchos jesuitas se han jugado la vida en lugares de frontera y eso habla mucho de la vocación jesuita”.

Víctor-Hugo Miranda, S.J. (Lima). Licenciado en Ciencias de la Comunicación. Trabajó como periodista en el diario “La República” del Perú. Estudia teología en el Centro Sèvres de Paris.

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