Por: Ramiro Loza, SJ | Aprox. 5 min. de lectura.
Pedro Casaldáliga decía que: “un Pueblo o una iglesia que olvide a sus mártires no merece sobrevivir”, por eso, en estas líneas quiero hacer memoria de un compañero jesuita, asesinado hace 30 años en Mato Grosso por la causa indígena. Este hermano jesuita era Vicente Cañas o Kiwixi, como lo llamaban en el pueblo Enawene-Nawe donde vivió sus últimos años. Kiwixi es una palabra que no se puede traducir, pero hace referencia a una persona que siempre se está dando a los demás; en la lengua Myky, otro pueblo vecino de los Enawene-Nawe, significa, hombre que se dona por entero; en portugués se tradujo por, doar-se todo (López. 2017, p. 49).

Vicente nace en Alborea (España), el 22 de Octubre de 1939, crece en un pueblo agrícola, y a sus 21 años, el 21 de Abril de 1961, entra al noviciado de la Compañía de Jesús. Vicente era una persona muy sencilla y clara en su forma de expresarse. En el noviciado era reconocido como un buen cocinero. Cuando pasa al juniorado en la provincia jesuita de Aragón, escribe al Padre Provincial Mariano Madurga SJ sobre su llamado misionero. Inicia su carta con la siguiente frase: “lo que uno tiene por dentro, tarde o temprano se tiene que decir” (López & Pacini. 2017). Vicente menciona al África, a su falta de misioneros, a la expulsión que experimentaron, y también tiene presente las necesidades del lugar. Pero, sobre todo, destaca su disponibilidad frente a su Provincial, para hacer la voluntad de Dios más que la de él.

Caricatura de Vicente Cañas SJ – www.serjesuita.org

De este modo, un 3 de octubre de 1965 Vicente recibe su cruz misionera en el castillo Xavier, en Navarra (España). En este tiempo la Iglesia en el mundo está viviendo los cambios traídos por el Concilio Vaticano II; ese mismo año, Pedro Arrupe SJ será nombrado nuevo General de la Compañía de Jesús, y con él la Compañía tendrá una nueva identidad, poniéndose al “servicio de la fe y la promoción de la justicia”. El primer destino que recibe nuestro hermano en América Latina consiste en trabajar como cocinero en el seminario de Diamantino en Mato Grosso, Brasil.

En ese tiempo Vicente escribe una carta al Padre Madurga donde le cuenta que el contexto en el que se encuentra es de miseria, que hay casas de paja y barro en medio de la selva, donde todos duermen en hamacas y utilizan sus manos como cubiertos al momento de comer. También le cuenta que los niños van casi desnudos y que los más grandes utilizan camisas o pantalones rotos. Finalmente, expresa las ventajas de llegar joven, para que así no cueste mucho adaptarse al Brasil y a la Amazonía (López & Pacini. 2017). Un año más tarde, desde Diamantino escribe a su Provincial lo siguiente:

Ahora estoy aquí en el puesto central de la misión, transitando mi noviciado para acostumbrarme y después trabajar con los indígenas salvajes, que todavía existen muchos por aquí. Creo que voy a pertenecer a un grupo de Padres y hermanos que se está confirmando para recorrer las aldeas (López & Pacini. 2017, § p.22).

Vicente, en esta carta, explica que vive su llegada a esta región como un noviciado, también expresa un espíritu colonizador al llamar salvajes a los indígenas. Su mirada procede de una visión occidental. Como Aloir Pacini SJ y Fernando López SJ al comentar esta parte de la carta dicen: “El Hermano Vicente muestra su sensibilidad con los pobres, pero llega a Diamantino con la visión colonizadora propia de la época en relación a los indígenas, vistos como “salvajes” necesitados de “civilización” y “cristianismo” (2017).

En 1969 sucedió una tragedia, ya que tras el primer contacto de los misioneros con la tribu Tapayunas (Beico de Pau) los indígenas se contagian de gripe, generándose una epidemia que casi los aniquila. Es por esto que los jesuitas Antonio Lasi, Adalberto Holanda Pereira y Vicente Cañas se van como voluntarios para tratar a los enfermos sobrevivientes. Vicente se quedó en esta labor alrededor de un año, dedicado incansablemente a los indígenas. Es así como comenzó su proceso de conversión a la vida, cosmovisión y espiritualidad indígena, viendo sus necesidades y perspectivas desde la mirada de ellos, dejándose conmover por el modo de vida de los indígenas.

Hermano Vicente Cañas SJ (izquierda) junto a comunidad Enawene-Nawe.

 

Entre los años 1970 y 1975, Vicente se dedicó a trabajar en la región de la Chapada, tierra de los Paresi, con quienes vivía y a quienes ayudaba en la agricultura. Cuando los indígenas cogían gripe, Vicente estaba ahí para ayudarles, lo más duro para él era perder a sus amigos. A fines de 1975, el Padre Thomas y el Hermano Vicente comienzan a cambiar de perspectiva. Así lo expresan: “Estos pueblos en su ‘diferencia’, son ejemplos vivos de ‘semillas’ del Reino de Dios para nuestra sociedad occidental” (López & Pacini. 2017, §37). Desde entonces, los misioneros adoptan este nuevo espíritu, buscando trabajar en conjunto y en colaboración con los indígenas, entendiendo y defendiendo de un mejor modo lo que ellos querían.

Desde este momento los misioneros contactan a más pueblos indígenas, llegando a realizar un primer contacto con los Enawene-Nawe. En 1975 ambos jesuitas empiezan a vivir con los indígenas, siendo bautizados con los nombres de Yaúka en el caso de Thomas, y Kiwixí en el caso de Vicente. Esto fortalece su proceso de conversión e inculturación. Pedro Casaldáliga llega a expresarse de Kiwixí de esta manera: “Será difícil encontrar entre los antropólogos y misioneros de todos los tiempos alguien que haya pretendido vivir con más radicalidad la inculturación en un pueblo indígena” (Cal, J.C. 2006, § 6).

Ese mismo año Vicente pronuncia sus últimos votos, el 15 de Agosto, y se consagra a los Enawene-Nawe. Kiwixí viviría preocupado por garantizar las tierras y el cuidado de la salud, preventiva y curativa, para que los indígenas pudieran ser resistentes al contacto con los “blancos”. Principalmente, Vicente se dedicó a la lucha por la integridad del territorio indígena. Desde 1984, este territorio fue repetidamente invadido y depredado por ganaderos y madereros, quienes se dieron cuenta de que los indígenas tenían a Vicente como protector y de que por tanto él era una amenaza para su proyecto de crecer territorialmente hasta desplazar o desaparecer a los indígenas. No obstante, Vicente logró que el gobierno brasileño demarcara la tierra de los indígenas y los protegiera. Esto fue tomado como una razón para matarlo.

En ese mismo lugar, el 5 de Abril de 1987, Vicente se contactó por última vez por radio con sus compañeros misioneros. Ese día él era invitado de honor al ritual Yaokwa o Jankwa; sus hermanos de tribu le esperaron pero jamás llegó. Un mes después lo encontraron asesinado a unos pasos de su choza, esa choza que construyó a 60 km del pueblo, para allí afectuar sus cuarentenas y evitar contagiar con sus enfermedades occidentales a sus hermanos indios. Lamentablemente en más de 30 años el caso de la muerte de Vicente no fue esclarecido. Al parecer, los asesinos contratados por el hacendado, eran policías responsables del lugar, encargados de mantener la ley y el orden, sin embargo, actuaron injustamente. Luego se volvió a abrir el caso, pero no se hizo justicia. En este lugar, una piedra sacada del río con el nombre de Kiwixi marca el sitio exacto donde está enterrado.

El legado que deja Vicente es amplio, los Enawene-Nawe siguen siendo ejemplo para los pueblos amazónicos que continúan sobreviviendo, luchando por la demarcación de sus tierras, luchando contra las empresas madereras o mineras, contra los ganaderos, los contaminadores de las aguas y tierras, y contra los asesinos de nuestra “casa grande” como llaman algunos indígenas a la tierra, o de nuestra “casa común” como dice el Papa Francisco en su encíclica Laudato Sí. Los indígenas, nuestros semejantes, están conservando y custodiando nuestro planeta, por ello las autoridades de turno deberían abrir sus ojos y parar la serie de injusticias que se están dando.

Kiwixí, como bien expresa una frase de Luis Espinal SJ, “gastó su vida” por la causa indígena, rompió los esquemas culturales y religiosos, y se encontró a sí mismo, reconociéndose semejante a sus hermanos indios. Integró su ser extranjero, su ser religioso, su ser jesuita y su ser Kiwixi.

Pienso que nosotros estamos invitados a romper los prejuicios, a conocer antes de lanzar un juicio. Estamos invitados a mirar dentro de nosotros, pero no de forma narcisista, sino aceptando nuestras limitaciones, y, con todo lo que somos, abriéndonos al otro, a un encuentro personal con nuestros semejantes, “cara a cara” como diría Levinas. De este modo, abriremos la posibilidad de aprender del otro, como lo hizo Kiwixi en relación a los indígenas.

Luis Ramiro Loza Márquez, SJ
Estudiante de filosofía – Universidad Antonio Ruiz de Montoya.
Apoya en la Pastoral del Colegio de La Inmaculada.

 

 

 

Referencia bibliográfica:

Cal J.C. (octubre 29, 2006). El cura que se hizo indio. Mayo 11, 2017, de elmundo.es España Sitio web: http://www.elmundo.es/elmundo/2006/10/29/espana/1162123710.html

Heck, E. & Suess P. (2017). Provocar rupturas, construir o Reino. São Paulo, Brasi: Edições Loyola.

López, F. (2017). Revisando as pegadas de Vicente. En Provocar rupturas, construir o Reino (pp. 49-56). São Paulo, Brasi: Edições Loyola.

López, F. & Pacini, A. (abril 06, 2017). Kiwxí: la sepultura florida… La memoria profética del Hermano Vicente Cañas, S.J. mayo 11, 2017, de CPAL Social – Sitio web del Apostolado Social de la Conferencia de Provinciales Jesuitas de América Latina, CPAL Sitio web: http://www.cpalsocial.org/1675.html

López, J. & Carrión J. (2002). Kiwixí, tras las huellas de Vicente Cañas. La Mancha, España: Trymar.

Urabá, C. (abril 18, 2009). Vicente Cañas, el cristo de los paganos. Mayo 11, 2017, de La Haine.org Sitio web: http://www.lahaine.org/mundo.php/vicente-canas-el-cristo-de-los-paganos

Véase también:

http://sjrlac.org/news_detail?TN=NEWS-20121106111151&L=3

https://www.servindi.org/actualidad/42054

https://ich.unesco.org/es/USL/el-yaokwa-ritual-del-pueblo-enawene-nawe-para-el-mantenimiento-del-orden-social-y-cosmico-00521

http://www.survival.es/indigenas/enawenenawe/ritualesypesca