Por: Matt Ippel, SJ | Aprox. 5 min.
A menudo me preguntan mi familia o mis amigos, incluso las personas que recién conozco, “¿por qué decidiste venir al Perú? ¿Por qué te gusta tanto América Latina?A veces mi respuesta da la impresión que no me gusta estar en mi país de origen. Otras veces respondo de manera superficial, porque en el fondo la respuesta es mucha más íntima, más personal, desde mis entrañas. Cuando escuché Latinoamérica de Calle 13 por primera vez me dio cosquillas. Sentí mi corazón palpitando con cada palabra, cada frase, cada estrofa…

Soy,
Soy lo que dejaron,
Soy toda la sobra de lo que te robaron…
Soy una fábrica de humo,
Mano de obra campesina para tu consumo…

Tengo los lagos, tengo los ríos…
La nieve que maquilla mis montanas…
Soy todos los santos que cuelgan de mi cuello.
El jugo de mi lucha no es artificial,
Porque el abono de mi tierra es natural.

Latinoamérica describe la realidad histórica y cotidiana, caracterizada por la colonización, por la neocolonización, por el consumismo, por la discriminación, la pobreza y la desigualdad. Pero la descripción de la realidad no se queda ahí. Esa no es toda la historia. Calle 13 abre también una luz de esperanza. Es un pueblo sin piernas que camina. Se canta la resistencia, la semilla que va germinando, tomando su raíz en la lucha y marcha del pueblo latinoamericana. El coro repite no se puede comprar al viento… el calor… mi alegría… mis dolores. A pesar de las empresas extractivistas que roban y destruyen la tierra y los recursos naturales, de la alianza público-privada que a menudo desemboca en una inmensa corrupción, de la ganancia en pocas manos, todo esto no puede hacer perder lo más propio de América Latina, la esencia del pueblo latinoamericano.

Escuchándola hoy, en medio de Lava Jato, de la corrupción e impunidad de los altos funcionarios del Estado y de empresas multinacionales, de la violencia y el aumento de la militarización o de las fuerzas policiales en las calles, de la migración forzada que conduce a desplazamientos internos y a personas buscando refugio en otros países, de la violencia contra la mujer, de la extracción de los bienes naturales de comunidades indígenas y campesinas sin consulta previa, de los jóvenes que desean pertenecer a algo y terminan en las maras y pandillas, de la indiferencia que caracteriza a gran parte de nuestra sociedad, del odio y del temor hacia el otro que parece distinto, que no es como yo… en medio de eso…

Aquí se respira lucha
(Vamos caminando)

Yo canto porque se escucha
(Vamos caminando)

… el latido de Latinoamérica aguanta y palpita. No se le puede comprarlo. No se le puede matar. No se le puede callarlo.

Este latido, que se hace presente en medio de la realidad histórica y sale a la luz en esta canción, es la mística latinoamericana, de la cual me enamoré hace varios años cuando fui a Centroamérica en unas experiencias de inmersión en el colegio. Y me sigo enamorando de ella. Es la mística que va caminando, aun con piernas destrozadas, mutiladas, vendidas y debilitadas.
Aquella vez, a la edad de 16 años, daba por supuesto de que las personas con quienes iba a trabajar durante una experiencia de inmersión en Honduras iban a tener una vida triste, quizás una vida sin sentido, vencida. Por todo lo que han vivido y vivían por la opresión, la violencia, la desigualdad, etc. Lo que encontré fue todo lo contrario. Y ello me cambió, me transformó la vida. Un pueblo en movimiento. Alumbrado con fe y esperanza. Las muestras de solidaridad. Las búsquedas de paz y justicia. Mujeres y hombres comprometidos, entregados a crear una sociedad distinta, un mundo más justo, humano y solidario.

Mis experiencias en América Latina me han dado la posibilidad de ver y conocer la realidad desde abajo, desde el lugar de los pobres, los descartados, los marginados y olvidados. Y de alguna manera esta canción va a contrapelo con la realidad histórica, pintando algo distinto y que es a menudo pasado por alto, expresando el latido del corazón que palpita, que sufre y lucha… la mística latinoamericana… ese sentido de la vida que brota de una historia mezclada con sufrimientos e injusticias y con esperanzas… que exige justicia… que expresa su clamor por la injusticia, su indignación… que se expresa en el compartir, en el solidarizarse con el otro.

Lo que me enseñaron estas comunidades, estas mujeres y hombres sencillos, marginados y excluidos, es que la vida no se compra; la vida se vive, se comparte con otras y otros. Los veía con esperanza frente a toda la pobreza, la violencia y la injusticia que caracteriza a su entorno. Los veía con una mística de resistencia y entrega, luchando por una vida mejor. La mujer que cocinaba para alcanzar comida no solamente a su propio niño sino también al del vecino. Las madres que no descansaban en la búsqueda y la demanda de justicia por sus hijos desaparecidos. Los jóvenes indignados que protestaban y no callaban frente a la gran corrupción e impunidad. Las personas que defienden la vida, arriesgándose para promover la dignidad y justicia de todas y todos. La abuela que cuenta su historia de lucha a sus nietos para que se enamoren y encuentren el sentido de sus vidas. Una comunidad indígena que no sale de su tierra a pesar de las amenazas, por la defensa de la Madre Tierra, en oposición a empresas multinacionales que quieren apropiarse de ella. El migrante que escapaba al peligro, señalando los factores que determinaron su decisión de migrar.
Así como hay tanta destrucción y deshumanización, hay construcción y humanización. Hay luces de vida y lucha, en medio de sombras de muerte y rendición. Hay funerales y hay bautizos. No quiero idealizar ni pintar un cuadro de perfección acerca de la realidad latinoamericana. Lo que es seguro es que hay gente, hay comunidades, hay personas de fe y esperanza que van caminando adelante, que van “dibujando el camino”… y este caminar no es perfecto, no es sin mancha, pero, sí, es un caminar que va creando, imaginando, dibujando, pintando, soñando una realidad distinta, que se caracteriza por la humanización, la solidaridad y la justicia.

Vamos caminando
Vamos dibujando el camino
No puedes comprar mi vida
Mi tierra no se vende
Aquí se respira lucha
(Vamos caminando)
Yo canto porque se escucha
(Vamos caminando)
Aquí estamos de pie
Que viva la América
No puedes comprar mi vida

 


Matt Ippel, SJ

Estudiante de la Maestría en Filosofía – Universidad Antonio Ruiz de Montoya.
Apoya en la Promoción y Desarrollo Juvenil en Servicios Educativos El Agustino (SEA), El Agustino.