Misión en la frontera

Ago 23, 2019

Por Carlos Alomía, SJ | Aprox. 4 min. de lectura.

Comparto con ustedes un breve relato de mi experiencia de magisterio aquí en la frontera entre República Dominicana (RD) y Haití, específicamente en la ciudad de Dajabón, RD. Una ciudad muy calurosa y pequeña. Sus habitantes en su mayoría son comerciantes, agricultores y ganaderos. El merengue típico y la bachata forman parte del calor musical de la frontera junto con un buen plato de moro con habichuelas.  La gente es muy acogedora, risueña y alegre.

Fui destinado en agosto del año pasado a colaborar en el Centro de Reflexión y Acción Social Padre Juan Montalvo (Centro Montalvo) llevado por la Compañía, concretamente en el Hogar de Cristo. Es un programa que atiende a niños y jóvenes migrantes no acompañados que viven en situación de calle. Son dos refugios; uno de paso, ubicado en Dajabón, y otro semipermanente en la ciudad de Wanament, Haití. Mi función en ambos hogares es de gestionar y acompañar los procesos de los niños y colaboradores, con el objetivo de que cada vez más niños y jóvenes puedan tener una calidad de vida digna, estudiar en la escuela y ser reubicados con sus familias o tutores de origen. 

Los fines de semana, colaboro en la pastoral de la parroquia Nuestra Señora del Rosario, llevada también por los jesuitas, acompañando comunidades y celebrando la liturgia de la palabra. Adicionalmente, apoyo como secretario en las reuniones de plataforma binacional fronteriza entre los jesuitas y laicos de ambos territorios.

En la comunidad somos siete jesuitas, el superior y director del centro de espiritualidad (Regino), el director del colegio (Joselito), el director de Radio Marien (Guillermo), dos párrocos (Ruddy y Julio), un compañero maestrillo que colabora en el colegio (Manuel) y yo. La vida comunitaria es muy amena y cálida, y cada quien aporta a la convivencia a través de  personalidades muy distintas y complementarias.

A nivel pastoral estos meses han sido intensos, complejos y de gran crecimiento espiritual y social. Muchos rostros, colores, lugares e imágenes de un Dios que no se cansa de acompañar los sufrimientos de su pueblo. He podido experimentar y acompañar realidades muy desoladoras, muchos desafíos, informalidad, corrupción, trata, tráfico de drogas, violencia de género, desplazamientos forzados, desorden, violencia, incertidumbre, miedos y enfermedades. Pero también vivo tiempos de profunda consolación, esperanza y alegría; experimentados en el cariño y la profunda sencillez de la gente y en la colaboración con organizaciones sociales locales e internacionales que trabajan por los derechos humanos, por estructuras que fomenten la legalidad, la igualdad de género, el cuidado del medio ambiente, y el trato justo a los migrantes. Me motiva compartir la misión con gente luchadora y  preocupada por construir un mundo más cercano y humano, con pastores y autoridades civiles comprometidos en el alivio del  sufrimiento de poblaciones vulnerables y ver que niños que estuvieron antes en las calles ahora están reunificados con sus familias y estudiando en la escuela.

En definitiva, considero que es un regalo de Dios estar viviendo esta experiencia acompañando realidades complejas, donde en medio de la adversidad es posible encontrarse con un Dios amigo, cercano y profundamente humano que sana y acompaña los dolores de los que más sufren.

 

Carlos Manuel Alomía Kollegger, SJ
Maestrillo en la frontera República Dominicana – Haití
Responsable del programa Hogar de Cristo (Dajabón – Wanament) e incidencia en el Centro Montalvo de Dajabón.

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