La Misa y una taza de café

28 mayo 2022

Por Angel Talledo, SJ | Aprox. 5 min. de lectura.

Hace unos días empezaron los exámenes parciales en la universidad. Hace años que no daba exámenes, pero ahora, como parte de mi formación jesuita, me toca volver a este ritmo, aprendiendo a ver mis estudios de otra manera. Suena bien, pero lo digo con cierta resistencia ante el deber que todavía no logro vencer.

El jueves 19 de mayo, finalizaba la semana de evaluaciones dando mi último examen, y la última pregunta decía lo siguiente: “Escoge un hecho social de tu vida cotidiana y haz un ejercicio de imaginación sociológica similar al del café que se hizo en clase”.

El curso se llama “Educación y Sociedad”, y busca que le demos una mirada a la educación desde la sociología, con todo lo que moviliza la dinámica social: la política, la economía, la cultura, lo social, etc.

La pregunta que nos planteaba el profesor, tenía que ver con un ejercicio de imaginación sociológica que hicimos en clase; en donde se explicaba que el hecho de tomar una taza de café, no era sólo una rutina, se había convertido en un ritual social, un motor que daba inicio al día, un espacio de interacción social. Incluso era un problema, porque el café es una droga estimulante que actúa sobre el cerebro y que, por lo tanto, crea adicción; sin embargo, es tolerada por la sociedad.

También decíamos que tomar una taza de café, implicaba un hecho que vincula a personas de los países más ricos con los de las zonas más pobres de la tierra, aunque esta se cultive en las zonas más empobrecidas y se consuma en las zonas más ricas. Además, decíamos que era una fuente principal de divisas extranjeras para muchos países y una de las mercancías más valiosas del comercio internacional; su transporte, producción y distribución involucraba cadenas de transacciones entre personas e instituciones a miles de kilómetros.

Se encontraba entonces el café, en el centro del debate de la globalización, se había incluso politizado, pues los consumidores toman decisiones vitales sobre su consumo. Se podía tomar en sus diferentes tipos y comprar en una cafetería independiente o en una gran cadena como Starbucks.

¡Ahora se me pedía que hiciera un ejercicio de imaginación sociológica similar a éste! – ¡Qué¡¡¿cómo?! ¿de dónde lo hago? ¡sobre qué’! – pensé. Y la primera respuesta que se me vino a la mente fue: ¡la Misa! es lo más cotidiano que tengo.

Así que empecé y esto fue lo que escribí:

*Aclaración previa: lo que agrego en paréntesis y cursiva son comentarios míos fuera de lo que respondí.*

 

La Misa diaria en mi comunidad jesuita.

Para nosotros los jesuitas, la Misa de todos los días no es sólo un deber personal al que tenemos que responder por nuestra identidad religiosa, célibe y consagrada. (Aunque a veces sí puede llegar a ser).

Es un espacio de encuentro personal, social y trascendente (con Dios). Creemos que en la Misa entramos en relación con las palabras de Jesucristo. Es también un hecho social, que para nosotros es tan real como ponernos a conversar por la mañana en el desayuno.

Entendemos la Misa como un encuentro, pues de ella recibimos un mensaje que mueve nuestros ideas y afectos para vivir lo que llamamos “misión” (del latín “missa” = “envío”); en donde encontramos sentido, plenitud, fuerza, conocimiento del mundo, de Dios en todas las cosas.

Para todo jesuita es un hecho trascendental, pues creemos que el mismo Jesucristo se reúne con nosotros en ese preciso instante como lo hizo hace más de 2000 años y nos habla. Dicha palabra es también interpelación personal, cambio, reajuste interior, claridad, lucidez para tomar nuevas decisiones o ser confirmados en las que ya tomamos. Es, en resumen, conversar con “el Dueño de la empresa”. De alguna manera también tiene carácter político.

Creemos que, desde su mirada, sus palabras, su perspectiva e incluso sus sentimientos, transmitidos por medio de este encuentro vivido desde un rito, podemos vivir con mayor plenitud en el mundo y asumir mejor los desafíos de la vida.

Participar en Misa para todos los cristianos implica una red de relaciones sociales por todo el mundo. Cada día, los católicos de distinta condición socioeconómica, compartimos un mismo Mensaje, pues en todas las iglesias católicas leemos los mismos textos bíblicos, esto lo organiza la liturgia cristiana.

Podría decirse que también es una fuente de ingresos económicos, puesto que todo cristiano católico tiene la responsabilidad de ayudar a la sustentación de la Iglesia, sus obras y necesidades, por eso entregamos una ofrenda, así como todos los civiles tenemos que pagar impuestos. Nunca falta alguna mala administración.

También implica movimientos económicos porque, así como para el rito de “tomar café” usamos el grano de café, en la Misa usamos otros insumos: el pan sin levadura y el vino dulce bajo en alcohol – alimentos que se usaban en la cena pascual de los judíos, los mismos que usó Jesús. Las instituciones cristianas católicas que se dedican a fabricar ambas especies adquieren ingresos para su sustento. Sin embargo, es importante diferenciar, que para nosotros el pan y vino transubtanciados tienen Otro significado.

Ciertamente la Misa es “accesible”, porque no exige algún costo por tener aquel encuentro, como puede haber en el mundo académico (congresos, conferencias, convenciones); por el contrario, en la Misa todos están invitados. Cualquier persona puede participar gratuitamente de ella y no está obligado (a) a pagar “el impuesto” o “costo”, pues, desde nuestra mirada teológica, éste ya está saldado. 

 

Angel Talledo Alvarado, SJ
Estudiante de Humanidades – Univesidad Antonio Ruiz de Montoya
Asesor en el Voluntariado Magis Cerro La Milla.

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