Relaciones virtuales, una mirada desde Black Mirror

26 mayo 2020

Por Daniel Chafla, SJ | Aprox. 5 min. de lectura.

Hace algún tiempo, junto con un grupo de amigos jesuitas, nos decidimos a mirar una serie en Netflix llamada Black Mirror. Esta serie, bastante analizada y criticada, está compuesta por varios capítulos independientes que tratan de mostrar un posible futuro donde la humanidad ha sido absorbida por la inteligencia artificial. Verla, ha representado una experiencia fascinante, primero porque mostraba todo el avance tecnológico, que para nuestra cultura actual ya no es tan distante, día a día la ciencia en cuanto electrónica y computación está cada vez más próxima y nos parece que lo imaginario se hace real y posible. Sin embargo, de la mano con el avance, venía la decadencia, sobre todo en temas éticos y relacionales. Daba la impresión que el individualismo social se impregnaba más en la vida de las personas, y nos daba paso a la pregunta: ¿cómo vivir las relaciones virtuales sin convertirnos en sujetos apartados del mundo y la realidad?

En los tiempos que vivimos lo virtual ha ocupado casi la totalidad de nuestras vidas. Un estudio realizado por la We are Social y Hootsuit, ha demostrado que un sujeto pasa conectado a sus redes sociales un promedio de tiempo de 2 horas 16 minutos al día. Esto sin incluir todo lo que gasta en series, películas, estudios, navegación, lecturas, etcétera. Es decir, son tiempos donde lo digital es la vértebra principal de nuestras actividades. Estamos conectados, relacionados, estructurados por un ordenador. ¿Hay algo de malo en esto? Yo creo que no.

El problema principal no radica en el estar conectados, es más, las infinitas posibilidades que ofrece el internet han favorecido la comunicación entre individuos: ahora nos podemos comunicar con amigos que viven en el extranjero, podemos hacer video-llamadas para organizar eventos, coordinar reuniones. Es más, incluso tenemos la posibilidad de prestar servicios profesionales como asesorías educativas, programas psicológicos, etc… Pero entonces ¿en qué nos afecta?

Quizá, ahora más que nunca lo notemos: lo digital no puede reemplazar el encuentro. Ahí radica el problema, somos seres humanos que necesitamos encontrarnos y la tecnología, pese a todos los avances, no sustituye lo afable, significativo y lo primordial que es el encuentro personal, cara a cara, con los demás.

Podemos ver, por medio de una pantalla, a nuestra madre cocinando un postre. Incluso, vemos lo lindo del postre, nos reímos con ella mientras se ensucia con la harina, le decimos que le ponga una cereza de decorado, muchas cosas más, pero ¿podemos oler el aroma del dulce? ¿saboreamos su textura? ¿satisfacemos nuestra hambre? Esto es imposible. Aquí la imagen de las relaciones virtuales: podemos vernos, hablar, e incluso acompañarnos, pero se pierde el aroma del encuentro, la alegría de un abrazo, la calidez de un beso, lo vibrante de una risa cercana. Y así nos damos cuenta que a esa relación le falta un ingrediente: el encuentro personal.

En uno de los capítulos de Black Mirror se mira este drama. Es en el segundo capítulo de la primera temporada donde se muestra un mundo digital. Todo está absolutamente absorbido por lo virtual, a tal punto que las pantallas, los programas de televisión, los videojuegos, han hecho que las personas se conviertan en parte de esta tecnología y pierdan la necesidad de encontrarse personalmente con otros. Los programas virtuales satisfacen completamente sus necesidades: te brindan amistades ajustadas a tu perfil, te muestran programas de entretenimiento para tus momentos de aburrimiento, e incluso te hacen ver paisajes de la naturaleza para que creas que estas en un verde campo por la mañana. Esto muestra el lado más radical de la virtualización, volvernos tan dependientes de lo digital que las vinculaciones personales con otros resulten incómodas e incluso fastidiosas. La tecnología ahora satisface todo, no necesitamos más.

Frente a esto nosotros vivimos otra realidad. En este tiempo, que nos encontramos más distanciados, hemos valorado mucho las relaciones cercanas. Extrañamos a nuestros amigos/as, sentimos nostalgia por los familiares lejanos, queremos retomar las reuniones sociales, ayudar a personas necesitadas, en fin, anhelamos el encuentro. Nos hemos dado cuenta que la tecnología no es la cumbre de la humanidad, nuestra confianza no puede estar supeditada en un ordenador, nuestra verdad no es solo el conjunto de cables y sistemas que permiten el internet. El progreso depende, aparte de la tecnología, en la manera como concebimos la realidad, cómo nos inmiscuimos en ella, cómo cuidamos al otro.

Nuestro mundo, por años encaminado en el mecanicismo, se da cuenta que las máquinas y lo virtual deben tomar un nuevo rumbo. Es hora de volver a mirar al ser humano, en sus necesidades más básicas, en sus relaciones primeras. Necesitamos cultivar una cultura que se preocupe del bienestar del otro, incluida la naturaleza, por medio de la vinculación. El internet no reemplaza nuestro encuentro con el necesitado, con el oprimido, con el que lucha día a día por sostener a su familia, a sus hijos. Nuestro corazón se forja mediante los abrazos, los diálogos cercanos y amenos, las caricias tiernas y llenas de afecto, que animan a continuar, que confortan al ser humano y hacen de nuestro mundo un lugar de encuentros y de cuidados.

Ojalá que siempre descanse en nosotros la nostalgia del encuentro personal. Que nuestro corazón jamás naturalice las relaciones digitales, aún más, que nunca prefiera el encuentro mediante una cámara que aquel que se da cara a cara, mirada a mirada, sonrisa a sonrisa. Que la televisión no se vuelva sustituta de nuestro ser en sociedad, de nuestro encuentro con la realidad, de nuestro compromiso por ser más humanos, más solidarios. Que el sentir el sol, la naturaleza, la brisa matutina no se reemplace por un video colgado en la red. Vibrar, sentir, dialogar, conmovernos con los demás, mostrarnos una sonrisa es la propuesta de Dios en el mundo. Ojalá y los medios nunca se conviertan en fines.

 

 

Daniel Chafla, SJ
Estudia Humanidades – Univesidad Antonio Ruiz de Montoya
Colabora en la Pastoral Universitaria de la UARM.

Comentarios recientes

Categorías

Archivos