Bordar lo cotidiano

14 marzo 2021

Por Wilo Haro Rivas, SJ | Aprox. 3 min. de lectura.

Hace pocos días en búsqueda de bibliografía llegó a mis manos el libro “El medio Divino” de Teilhard de Chardin, me llamó la atención la portada por su simplicidad y al mismo tiempo por los colores que salían del patrón de la Biblioteca del Teologado en Belo Horizonte. En sus primeras hojas habla de <<la divinización de las actividades>> e invita rápidamente a envolverse con la posibilidad de reconocer en las actividades cotidianas o naturales un espacio santificable. Fueron suficientes las primeras dos páginas para encontrar luces a una pregunta que la he venido trabajando por algunos años; ¿Cómo hacer de mi taller de bordado una experiencia de Dios para mí y para los demás?

Hace siete años, mientras cursaba Estudios Culturales, en Lima surgió mi interés por volver a bordar. El bordado regresaba a mi vida para quedarse; a pesar de ser una actividad poco común y explorada actualmente por el tiempo que demanda y escasamente identificada con lo que hacemos los jesuitas. El juego de palabras de los estudios que estaba desarrollando, la necesidad de identificarme como migrante y al mismo tiempo un espacio de descanso me permitió volver a una de las actividades más comunes del pueblo de Guamote – Ecuador, donde mi familia tuvo un taller de bordado por varias décadas.  Así es como llegué de nuevo a revisar técnicas que aprendí de niño, a rebuscar fotografías en los baúles llenos de bocetos y diseños del taller, envolverme con los hilos y las tijeras de mi abuela para reconocer que el bordado es una actividad cotidiana que estaba impresa en mi vida.

Con el transcurso de los años, fui desarrollando y perfeccionado técnicas de bordado. Aprendí instintivamente a través del ensayo y el error a dar vida a un pedazo de tela, piedras e hilos. Sin embargo, yo estaba experimentando que no necesariamente se unía a la misión de la Compañía de Jesús, quizás porque no conozco a muchos; o mejor dicho, a ninguno que haga algo así. O porque no había llegado a mis manos esa idea que me permita entender y vivir la divinización de las actividades comunes y cotidianas con profundidad. La posibilidad de reconocer que el bordado <<dignifica, exalta, transfigura en Dios la búsqueda de la verdad natural y el desarrollo de la acción humana>> sin duda que es motivo de profunda consolación hoy en día.

Sin embargo, bordar es una de las múltiples actividades que hacemos los seres humanos. A veces podemos llegar a pensar que los lugares y espacios destinados para un contacto específico con Dios son únicos y que los trabajos diarios como preparar el café de la mañana o salir a correr son una dimensión paralela. No obstante, la espiritualidad ignaciana nos enseña y permite profundizar en la idea que los seres humanos tenemos la gracia de “buscar y hallar a Dios en todas las cosas”.  José María Rambla, SJ nos presenta la imagen de un camino para vivir la vida como experiencia de Dios, sabiendo que es una experiencia de unificación porque todas las cosas van unificándose en esta vivencia del encuentro con Dios. Pero al mismo tiempo es también una experiencia afectiva, porque es un encuentro cálido con el Señor.

“Buscar y hallar a Dios en todas las cosas” se ha convertido en una frase hecha, usada en muchos momentos. Es común verla en camisetas, pulseras, bitácoras y jarros conmemorativos. La encontramos en las redes sociales de los grupos juveniles y pastorales, en un sinnúmero de ocasiones todo el tiempo. Ahora, mas allá de esta apuesta de difusión ¿Somos conscientes de la profundidad de esta frase? ¿Podemos hacer de ella una apuesta para vivir espiritualmente lo cotidiano? Quizás nuestras búsquedas humanas no deban limitarse a creer que buscar y hallar a Dios es una experiencia cognitiva, ya que es, también y, de hecho, una experiencia afectiva, donde nuestro corazón se confunde de alguna manera con el propio corazón de Dios.

En mi limitada experiencia espiritual, soy plenamente consciente que una de las cosas que más me permite encontrarme con Dios es el bordado. Esta actividad cotidiana de unirme a los hilos, paletas de colores y textiles me han conducido a tener una lectura espiritual de muchos momentos de mi vida. En ese pequeño espacio cotidiano puedo encontrar a Dios y hacer mías las palabras del Salmo 139 “Tu creaste mis entrañas, me bordaste en el vientre de mi madre”. Cada puntada cobra sentido, se convierte en desafío y oración que me invita a estar plenamente identificado con mi vocación como jesuita bordador.

Wilo Haro Rivas, SJ
Estudiante de Teología – Belo Horizonte (Brasil)
Instagram: @des_bordado_
FacebooK: Des_bordado_

Fotografías: Dimas Oliveira, SJ.

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