Ser parte del pueblo.

9 junio 2021

Por Braulio Laje, SJ | Aprox. 5 min. de lectura.

Llegué en enero del 2021 al cantón Guamote de la provincia de Chimborazo en Ecuador y ha sido emocionante empezar mi etapa de magisterio, pues ha sido un regalo de Dios el invitarme a ser parte de un pueblo de lucha, sueños y dedicación. Este poblado se encuentra aproximadamente a 3500 msnm con temperatura de 10°C., en él habita el 94.5% de indígenas quichuas y un 5% de población mestiza.[1]  Guamote es un pueblo indígena de increíble valor cultural y tradicional, tiene historias de lucha de tierras, conciencia de identidad, una inmensa mayoría de analfabetos. Lo que les quiero compartir es cómo las familias indígenas me siguen enseñando la simplicidad de la vida en medio de la agitación de la pandemia de la Covid 19.

Comparto en estas líneas mi experiencia de aprendizaje respecto a la manera de contemplar el valor humano del indígena. En primer lugar, recuerdo haber llegado con el sueño de aportar y construir cambios en favor de sus necesidades actuales, de manera concreta el cuidado de contagio de la covid 19 y de su economía. A pocas semanas de haber llegado me invitaron a recorrer las comunidades y ha sido maravilloso, pues encontré en una de ellas a jóvenes y niños sin mascarillas con sonrisas y gestos de felicidad, pues estaban con sus familias, amigos, vecinos. Se podía sentir en el ambiente un calor de confianza y personalidad.

En la proximidad del compartir uno de los jóvenes me dijo: “aquí en la comunidad no hay covid 19 y usted utiliza mascarilla”, les dije que era por cuidarle a él y me respondió: “aquí en la comunidad nos cuidamos entre todos, porque todo somos familia”, él hablaba del cuidado del más adulto hasta el más pequeño. Podía ver en él la confianza de sus palabras, y le creí, porque sentí en él, el valor del cuidado, respeto, atención por los suyos, y toda su comunidad. Terminada la jornada mi mente no dejaba de preguntarme: ¿acaso estamos olvidando cuidar a nuestra familia? ¿Cuál es el verdadero valor del amor de hoy? ¿Qué estoy haciendo con eso?

En otro momento, pude notar el aporte profundo que tienen algunas comunidades para vivir el modo y la forma de acompañar a sus familias, amigos, vecinos, niños y ancianos, además observé la hondura del silencio para con el amigo, el cariño con una sonrisa de una madre con su hijo, la mirada empática para el abuelo, la solidaridad sincera para con él vecino. Aprendí que el cuidado al hermano es amarlo en autenticidad, creo que el amor se construye con la confianza que primero viene de Dios. Para eso nos toca aceptar los retos que la vida nos pone a veces distinto como nosotros quisiéramos, pero creo que todos experimentamos la llamada que muchas veces viene envuelta en forma de contrariedad, la persona que amamos ya no nos ama y quiere separarse o surge una enfermedad o una crisis económica o algo queda lastimado. Pero es ahí donde siendo confrontados de nuevo en momentos de retracción es cuando más estamos llamados a recordar a despertar. Entonces, ¿estamos dispuestos a aceptar los retos y recorrerlos?

En la Semana Santa permanecí en la comunidad Guantung, allí asimilé el mérito de dialogar, amar y acompañar. Para ellos, compartir el diálogo es fundamental para comprender al más pequeño y al anciano, todo en la misma línea empática, humana y divina a la vez. Ahora, ¿Por qué el dialogar con la familia, amigos o vecinos de diferentes edades se hace tan complejo? Sé que la pandemia nos limita el acercamiento y tendemos a caer en la frustración de quedarnos a solas con tantas muertes de nuestros seres queridos. He estudiado que cuando se ama a la comunidad o familia, no solo se piensa para uno mismo sino se tiene que pensar y mirar al que esta fuera de la casa, ya que al final todos hacemos parte de la hermandad de vivir para los demás.

Yo, a veces, me distraigo o descuido a las personas más cercanas en mi vida, mi egoísmo me hace olvidar al Jesús cercano y que se encuentra pendiente del otro, pero si en realidad amo a mi familia o al cercano, debería cuidar no solo mi salud sino la de los demás. Entonces, si me hace falta este deseo de cuidado, hace falta también el deseo de amarnos, y si aun eso faltará también hace falta el deseo de comunicarlo. ¿Tengo miedo de comunicar el amor a los demás? Quizás los meses de pandemia nos llevan a congelar nuestra alma, y ¿qué es el alma? Pues, es reconocer nuestros dones, los que debemos entregarlos; por otro lado, también es necesario reconocer nuestras heridas para cuidarlas y sanarlas.

Hoy la sociedad se mueve muy deprisa. Y lo que empieza deprisa solo termina aprisa. Me apena observar a chicos de quince años que han acelerado sus procesos de maduración. Y me duele precisamente ahora en que siento que comienza a faltarme el tiempo para poder hacer todo lo que soñé, percibo que la gente se están saltando etapas pronto y las desilusiones los devoran.  Por ello, ¿Qué es lo que hemos suplido para dejar de hablar de amor al prójimo? Quizás la tecnología es lo que más nos atrae, o simplemente buscar el camino fácil y rápido.

No sé si la gente entiende mucho del consciente o el inconsciente. Pero cuando en la ciudad un amigo me quiere meter por esos sitios ostentosos yo noto que tiendo a hablar del amor, de la capacidad de escucha y de dar la vida, la capacidad de ponerse en el lugar del otro y de sembrar esperanza, aunque duela. Creo que el amor no siempre coincide con el bienestar. A pesar de ello, amar es siempre el gran desafío.  

[1] https://web.archive.org/web/20180908205604/https://www.municipiodeguamote.gob.ec/index.php/turismo/informacion-basica

Braulio Laje Cárdenas, SJ
Maestrillo en la Comunidad San Pedro de Guamote
Riobamba – Ecuador
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