¿Cuál es nuestro propósito? ver todas las cosas nuevas en Cristo

21 agosto 2021

Por Gabriel Palacios Viera, SJ | Aprox. 5 min. de lectura.

Preguntas existenciales

En mis clases de Ética y Ciudadanía en la universidad, a la cual he regresado después de dos años, nos están enseñando cual es el sentido de la vida, cual es la mejor manera de vivir. Conversando sobre este tema con una amiga que también estudia este curso, salió la pregunta de por qué elegí este camino, si esta elección había influido en el sentido de mi vida, y me pregunta ¿Qué crees que hay después de la muerte? ¿Cuál es el sentido de mi vida? Es común que alguien se haga ese tipo de preguntas las cuales no tienen una respuesta muy simple, ya que siempre estamos tratando de buscar nuestro lugar en el mundo, tratamos de encontrar nuestra felicidad, y no hay un solo camino para hacerlo, sino que cada uno elige un camino propio.

El sentido de la vida de Joe

Un tiempo antes de que mi amiga me haga esa pregunta, en una noche con amigos, vimos la película “Soul”, de Disney. En esta se narra la historia de Joe, un profesor de música que sueña con dar un concierto de jazz, pero que poco a poco va perdiendo su pasión. Un día, cuando parece que va a cumplir su sueño ya que se le presenta la oportunidad de brillar en lo que él quiere, su vida da un giro inesperado, y su alma se desprende de su cuerpo. La muerte lo lleva a un lugar donde las almas aprenden sus dones antes de ser enviadas y vivir en la Tierra. Ahí conoce a 22, un alma rebelde que debe recibir una inducción antes de llegar a la Tierra. En esta aventura por regresar a su cuerpo y cumplir su sueño, Joe se enfrenta a un nuevo cuestionamiento: ¿Cuál es el sentido de la vida? Para no hacer spoilers de la película, me voy a enfocar en un momento, en el cual 22 y Joe, encuentran cada uno el sentido de su vida, que para ellos es disfrutar de las pequeñas cosas de la vida. Pero para eso tienen que llegar a experiencias claves y fundantes, a veces dolorosas.

 

Viendo a todas las cosas nuevas en Cristo

Nosotros, a través de esas experiencias fundamentales podemos llegar a ver a todas las cosas nuevas, al igual que le pasó a San Ignacio de Loyola. Para él esa experiencia clave y fundamental fue una bala de cañón que la cual le calló en la rodilla, por lo cual estuvo cerca de la muerte y guaro reposo absoluto por muchos meses. En este año, que la Compañía de Jesús ha llamado “Año Ignaciano”, se conmemoran los 500 años de esa experiencia fundante y clave de Ignacio, y esto nos debe invitar a reflexionar sobre nuestra vida. Y aquí es donde aparece el mensaje de Cristo, ese mensaje que nos da esperanza, nos quita “las escamas de los ojos” y nos hace ver nuevas todas las cosas en él. Pero si ese mensaje, ese encontrar el sentido de nuestra vida no nos moviliza o no nos lleva a la acción, como lo hizo con Ignacio, no sirve de nada. A él lo impulsó a replantear su vida, a cambiar su centro, a darse a los demás.

La felicidad

En mi caso, la primera vez que se me vino a la mente la idea de ser jesuita fue en una misa en la cual se leía la Carta de San Pablo a los Filipenses en la que dice “pero todo lo que hasta ahora consideraba una ganancia, lo tengo por pérdida, a causa de Cristo. Más aún, todo me parece una desventaja comparado con el inapreciable conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor” (Flp 3, 7-8) ¿Era posible llegar a ser feliz mientras buscaba a Cristo? Esa fue la pregunta que en mi adolescencia me planteé, y aún sigo en búsqueda de esa respuesta. De lo que si estoy seguro es que mi fe, nuestra fe, nos da la esperanza de que todo puede cambiar, esperanza de que hay algo mejor existe. Esa misma esperanza que Cristo le dio a Ignacio cuando le cayó la bala de cañón, esa misma esperanza me la da Cristo a mí y a todos nosotros 500 años después, para seguir adelante y ayudar a los demás a ser mejores, a encontrar cada uno el sentido de nuestra vida teniéndolo a Él como centro.

Respuestas personales

Soul” es una historia conmovedora que nos lleva a reflexionar mucho sobre cuáles son nuestras pasiones, si estamos felices con lo que hacemos, si lo que tenemos como centro nos lleva a ser feliz, de lo grave que es dejarse llevar por la rutina y lo triste que es dejar de tener esperanza. Y esa esperanza, para mí, y para todos nosotros, debe ser Cristo. Ese Cristo, que es mi centro, en el cual yo encuentro mi propósito, quien me hace disfrutar esos pequeños placeres de la vida, ese Cristo que me hace salir de mí mismo y entregarme plenamente a los demás.

 

Gabriel Palacios Viera, SJ
Estudiante de Pedagogía – Universidad Antonio Ruiz de Montoya
Acompañante en Encuentros-SJM, Breña

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