Redes sociales: un enredo personal

11 septiembre 2021

Por Luis Villacís, SJ | Aprox. 5 min. de lectura.

Mucho se ha discutido sobre las redes sociales, ¿por qué darle más vueltas? Es evidente que nos abren hacia nuevas realidades y permiten estar conectados con tantos amigos, familiares e influencers, a quienes de otra forma sentiríamos tan lejanos. Pero, estar hiperconectados, ¿nos permite verdaderamente entrar en la realidad de los otros? Y, aún más importante, ¿nos permite adentrarnos a nuestra propia realidad? 

Siendo sinceros, podemos reconocer que gran parte de lo que vemos en las redes nos deleita, nos gusta y nos atrae. Nuestros sentidos se ven seducidos por la última moda o look, la más novedoso o trending, lo más atractivo o sexy. Podemos pasarnos largo rato viendo historias o posts de nuestros amigos y de quienes seguimos. Más allá de si sea ‘bueno o malo’, productivo o inútil, el hecho es que puede suscitar ‘algo’ en nosotros que nos va configurando. La pregunta del millón es: ¿nos damos cuenta de ello?

Rosetón de la Catedral de Notre-Dame en Paris, Francia.

Permítanme ilustrarlo con una imagen. Viene a mi mente el deslumbrante y hermoso vitral multicolor en las catedrales góticas, conocida como rosetón. Esta policromática obra de arte es cautivadora. Sería absurdo no dejarse impresionar y ver que nos pueden decir cada una de sus radiantes partes. Mucho de lo que encontramos en las redes sociales puede ser igual de bello y provocador. Curiosamente, podría despertar ‘algo’ en nosotros o bien nada, porque nos hemos vuelto insensibles. Sea cual sea el caso, ¿pensamos en la luz que hace posible aquel esplendor?

Como en el caso del vitral, lo que encontramos en las redes sociales – tan atrayente y llamativo – también está iluminado por una luz que lo permite. La realidad a la que estamos expuestos nos permite entrever algo ‘sobrenatural’ que nos cautiva o interpela. Lo mismo que con la luz, no podemos verlo directamente, pero sabemos que allí está. Y es en este misterio en que el mismo Dios se nos puede revelar si prestamos atención. Un gran místico y científico del siglo pasado, Teilhard de Chardain, lo decía en estos términos: “nada es profano para quien sabe ver”.

¡Y es verdad! Pero ojo, si bien podemos encontrar la luz divina impregnando las redes sociales, también podemos vernos envueltos en una confusa oscuridad que nos desorienta y nos hace perder el rumbo. Es indispensable por ello adentrarnos al mundo virtual con vigilante discernimiento, es decir, con los ojos bien abiertos para identificar lo bueno, lo inspirador y lo verdaderamente bello. Es difícil, sin duda, en especial cuando estamos sumergidos en una “cultura de la imagen” que apela casi exclusivamente al sensualismo, novedad, moda y estímulos intensos.

Podemos, entonces, vernos enredados y ciegos a la luz que nos quiere mostrar el camino de una verdadera aventura. Caer en esta confusión no es algo nuevo. De hecho, puede ser el comienzo de algo nuevo. 500 años atrás, san Ignacio de Loyola experimentaba está disyuntiva, entre aquellas imágenes apetecibles que eventualmente lo dejaban vacío, y aquellos pensamientos inspiradores que le descubrían un futuro esperanzador. Su conversión – que no ocurrió de la noche a la mañana – inicia cuando se va percatando que el placer de estas imágenes pronto desaparece, mientras que sus ideales nobles tienen un efecto que perdura.

 

Hoy en las redes sociales podemos encontrar oportunidades para ir construyendo un mundo más humano, más fraterno, que nos inspira a realizar aquello que nos llena de esperanza. Para mí, ahora que me encuentro como voluntario en Encuentros-SJM (Servicio Jesuita a Migrantes), veo que el contenido de sus redes sociales permite a muchos migrantes y refugiados soñar con un nuevo futuro en el Perú. Yo he sido inspirado por los testimonios de tantas personas que lo han dejado todo para buscar un nuevo comienzo, emprendiendo y luchando por sus familias, en medio de una realidad sobrecogedora.

Fotografía en SJM-Perú (Facebook)

Descubrir signos de esperanza en las redes sociales produce una tremenda alegría. Pero no hay que ser ingenuos, estos no dejan de estar insertos en un mundo roto, en el que el sufrimiento e injusticia son latentes para muchas personas. Lastimosamente, el mundo ‘bello y perfecto’ que muchas veces nos presentan las redes sociales, no nos permite ver la realidad tal como es. Y difícilmente vamos a ver lo que está más allá del mundo virtual si no salimos al mundo real. ¿Seremos capaces de aventurarnos a salir de nuestra burbuja virtual? Yo pienso que sí. Necesitaremos, claro, hacerlo con una palabra que a los jóvenes de hoy tanto nos asusta y ahuyenta… ¡compromiso!

Y calma, no hablaremos de matrimonio ni de vida religiosa (ya habrá otro momento). El compromiso del que hablo es la disposición a asumir una causa que me llene y dé sentido a mi vida. Una lucha de la que me hago responsable, junto con otras personas, para hacerla realidad y, así, cambiar nuestro presente. A mí, me da mucha esperanza ver a amigos y amigas posteando en las redes sociales sobres sus compromisos con el cambio climático, las injusticias sociales, la corrupción, la igualdad de derechos, la salud, la fe, y tantas otras causas nobles que merecen atención. ¿Estás tú dispuesto a comprometerte? Te aseguro que aquella satisfacción es la verdadera novedad.

 

Luis Villacís, SJ
Estudiante de Filosofía – Universidad Antonio Ruiz de Montoya
Acompañante en Encuentros-SJM, Breña

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