Dios en los mínimos quehaceres
Por Dávinson Correa Jibaja, SJ | Aprox. 3 min. de lectura.
Tener los sentidos atentos y nuestro corazón dispuesto para presenciar rastros de divinidad en todo, es un ejercicio cotidiano que siempre nos orienta a una honda y sencilla relación con Dios en los mínimos quehaceres o los “oficios bajos y humildes” (en términos ignacianos). Así como Santa Teresa de Ávila que encontraba a Dios entre los pucheros, San Alonso Rodríguez abriendo puertas, San Martín de Porras con la escoba o San Rafael Arnaiz pelando nabos, son referentes y testimonios que nos motivan a ser constantes en esta búsqueda de Dios.
Yo percibo a Dios en su misericordia frente a mis faltas de acogida para ver su presencia en los mínimos quehaceres. En ellos siento su invitación a la conversión y a la esperanza de poder hallarlo en todas las cosas. A partir de la experiencia de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio he sentido su profundo amor y Él ha cultivado en la aridez de mi corazón un carácter contemplativo en la acción. Por eso es inevitable no perseguir la huella divina en lo vivido, pero hay situaciones, condiciones y acciones humanas que parecen estar vacías de Dios como por ejemplo una debilidad perenne en nosotros o los oficios sencillos de nuestra vida comunitaria. En estos quehaceres domésticos es dónde nos preguntamos ¿Hay presencia de Dios en todo? No pretendo dar una respuesta sabia, pero si compartir mi búsqueda personal, de manera especial, en los mínimos quehaceres. Quizá podamos darnos una respuesta desde nuestra propia experiencia personal, por lo cual no hace falta el uso de inteligencia artificial, pero sí de la presencia del Espíritu que habita en cada uno de nosotros.
Por último, no quiero obviar la presencia de Dios en los pobres, aunque el énfasis de esta reflexión es encontrar a Dios en los mínimos quehaceres, pero ellos son los que nos enseñan el valor del trabajo, del esfuerzo ante la falta de oportunidades y me atrevo a decir que son mis maestros en los oficios bajos y humildes. No perdamos esta herencia espiritual que San Ignacio nos dejó porque él quería que esta experiencia sirviese para crecer en espíritu de servicio, para conservar en la casa el ejemplo de la humildad y de la caridad y sobre todo para darnos ánimo y fortaleza. Ojalá podamos crecer juntos en esta dimensión mística de servicio para que en todo podamos amar y servir.
Dávinson Correa Jibaja, SJ
Estudiante de Filosofía – Univesidad Antonio Ruiz de Montoya
Colabora en la Parroquia Virgen de Nazaret – El Agustino.
Muy bien Davinson, me alegra mucho ser testigo de tu crecimiento espiritual. Porfavor no dejes de escribir. Gracias por haber estado en los momentos más difíciles.
Saludos de toda mi familia que te quiere y te estima mucho. Fui a visitarles a Toulouse ( sur de Francia) este fin de semana. Ahora he conseguido un nuevo empleo en Alemania, me siento alegre. Rezo por ti todos los días. Un abrazo.