Es un gusto poder contarte un poco las cosas que uno va viviendo en
este tiempo en Bogotá. Como sabrás estoy viviendo en la sub comunidad del teologado, llamada Sergio Restrepo[1], en el barrio El Dorado. Bogotá tiene muchos rostros (de igual modo que uno lo percibe en nuestra querida Lima), muchas “zonas”, marcadas por la dinámica económica y las dinámicas sociales que subyacen a las diferentes realidades.

Templo Parroquial

El Dorado es uno de los rostros de esta Bogotá: un barrio popular, que guarda ese aire de “pequeño pueblo” manifiesto en las costumbres y vida cotidiana de nuestros “vecinos-amigos”. Digo amigos, porque no solo somos los “padrecitos” que atendemos la parroquia San Alberto Hurtado, sino que somos sus compañeros de cosas cotidianas del barrio, como los amigos de sus alegrías, tristezas y esperanzas. Aunque sería mejor señalar que son ellos los que nos acogen a nosotros como sus amigos y compañeros.

Somos 5 miembros en la sub comunidad: 3 colombianos, 1 español y este peruanoide. De los colombianos, tenemos al Párroco Jorge Camacho, que es un tipo brillante intelectualmente y muy humano en el modo de dirigir y hacer vivir la parroquia; tenemos un diácono, quien fue ministro del teologado y que ha subido[2] hace 5 días, se llama Hugo Nelson. El tercer miembro es Uriel Salas, que en la teología estará como un año y medio delante de mi grupo. Es de lejos el miembro que da ese toque alegre y servicial en la casa; el español es Roberto Otero, él ya es sacerdote, y está haciendo sus estudios de Maestría en Teología. El “Oterote” es un gran tipo, no solo por su tamaño, sino por su gran corazón, con ese “directo” matiz español que en la provincia también conocemos.

Casa de la sub-comunidad

Que te puedo decir… como mencioné en la última evaluación del teologado, al final de Julio, si me pidieran escoger una de las mejores cosas que me ha ocurrido en Colombia, sin dudar diría que ha sido venir a vivir a El Dorado. Las razones son sencillas, porque una de las cosas que yo disfruté en mi formación fue la posibilidad de vivir en una comunidad pequeña como fue en Yamakaientza. Éramos tres Jesuitas, Charly Riudavetz, Alfonso Baigorri y yo, claro que acompañados en ese momento por personas queridas para mí como son Gonzalito Benavides y Daniel Chaw. Esta pequeña comunidad te permitía tener desde momentos difíciles por la convivencia o el trabajo, a momentos muy gratos en los cuales uno decía “vale la pena vivir en comunidad”.

Pues en El Dorado he vivido situaciones muy semejantes. Lo cotidiano de vivir en una casa pequeña es que puedes disfrutar y aprender a contar con el “otro” compañero. La pequeña casa hace que nuestras alegrías personales sean las alegrías de todos, nuestro pesar el pesar de los demás, la esperanza singular se hace posibilidad de ver una sonrisa. Lo cercano hace que se pueda cortar con “teléfonos malogrados” o pareceres que hacen imágenes poco exactas de lo que vive el otro. En fin de cuentas es de vivir el ser “amigos en el señor”.

Uri, Roberto, Camacho, yo

En fin creo que por el momento esto te servirá para hacerte una idea de lo que estoy viviendo. Más adelante te contaré otras cosas.

Te anexo unas fotos para que puedas ver la parroquia, la casa y una foto de la comunidad porque aún no tenemos una con Hugo Nelson. Pronto te la enviaré.

Con los cariños de siempre,

El Cabezón.

Jorge Cabeza, S.J. (Teólogo). Limeño. Pedagogo. Estudia Teología en la Pontificia Universidad Javeriana de Colombia.


[1] El P. Sergio Restrepo fue asesinado por los “paramilitares” en la década de los 80’s.
[2] Digo “subido” porque El Dorado está en la ladera de las montañas de Bogotá. Exactamente encima del teologado.


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esejotas del perú