El sentido de la compasión: una invitación a reconocernos

20 septiembre 2020

Por Rodrigo Villanueva, SJ | Aprox. 5 min. de lectura.

El semestre pasado, aun con clases virtuales y todo lo que ello implicó, tuve el gozo de conocer el pensamiento del gran Jean-Jacques Rousseau. Y digo gozo, porque leerlo y aprender acerca de su pensamiento político y su perspectiva acerca del ser humano y su “evolución social”, no me llevó como muchos pensarán a las abstracciones que usualmente se le achacan a la filosofía; sino, todo lo contrario, me alentó a observar con mayor profundidad las relaciones actuales que establecemos con nuestros prójimos. Quiero compartir con ustedes una breve reflexión, a raíz de mi encuentro con este filósofo, sobre tres temas en particular: nuestra “lucha por el reconocimiento”, la dignidad y, por último, la “compasión”.

El primero, es un asunto que tendrá muchas aristas y quizás, muchas perspectivas diferentes y hasta contrapuestas: el reconocimiento del otro. Rousseau nos dice que, en la “evolución social del ser humano”, en el momento en que comenzaron a ‘valorarse’ unos a otros, y se instauró la idea de la ‘consideración’, cada individuo se autoproclamó digno de esta. Lo planteado aquí, es que cada persona llega a sentir que merece ‘consideración’, es decir, algún tipo de respeto o atención especial por parte de otras personas; y, al no recibir lo propio, se genera un sentimiento de ofensa, de maltrato o insulto. Es así como se altera el fundamento de nuestras relaciones, lo que uno espera del otro.

Ahora bien, qué de esto podemos ver en nuestras relaciones actuales, qué de contemporáneo tiene el pensamiento de Rousseau para los vínculos con nuestras amistades, familia, compañeros de trabajo, etc. ¿Cuántas veces te ha pasado que te has molestado con un amigo o amiga porque no hizo aquello que tu esperabas o, cuando en alguna ocasión no te llamaron para algún plan? Saben a lo que me refiero, aquellas circunstancias en las que parecía importar más lo que los demás pensaran, esa aparente necesidad de ser reconocido, que no tenía mucho que ver con uno mismo sino, con lo que los demás ‘valoran’. Esa ‘consideración’ de la que habla Rousseau, implica una relación dependiente del otro, en tanto que cada quien exige una debida estima, que se le trate con la atención que merece su condición o importancia, recayendo el valor de cada uno en la otra persona. Dejo el tema aquí para retomarlo junto con el siguiente.

En cuanto al tema de la dignidad se refiere, podríamos extender y explicar algo más de la noción de reconocimiento de Rousseau, porque podría parecer muy pesimista pensar que todos nos comportamos de esa manera. Así, es posible afirmar que el deseo de recibir ‘consideración’ de parte de los demás, no implica desear más consideración que a otra persona; no significa que uno exija un trato especial, ni admiradores, ni una alfombra roja sino, y aquí viene este segundo punto, uno tiene derecho a ser tratado con dignidad y respeto, como una persona que posee un valor intrínseco.

 

Vamos a nuestra realidad, sabemos muy bien que en la actualidad existen muchos colectivos y grupos de personas que buscan ser reconocidos, y ello no significa que estén buscando ser el centro de atención, o que necesariamente estén tras la búsqueda de un trato diferenciado a favor de ellos. Es la dignidad como seres humanos, esta cualidad intrínseca a nuestra naturaleza la que nos permite ver a los demás bajo un lente de igualdad y consideración para todos por igual como un derecho. De esta manera, podremos cumplir con los requisitos del amor al prójimo de cada persona. Y esta idea nos lleva al último tema de este texto.

La compasión muchas veces es expresada con frases como: “¡Ay, qué pena!”, “Mira, ¡pobrecito!”, y otras por el estilo. Hace algunos años, el maestro Carlos Gatti, compartió con nosotros que en realidad la compasión se refiere compartir el sufrimiento del otro, y basándose en la etimología de la palabra (com-pasión), ella tendría relación con pasividad, padecimiento y sufrimiento; sin embargo, Carlos Gatti nos invitaba a repensar la palabra para entenderla como ‘con-acción’, es decir, compartir la acción del otro. Desgraciadamente, nos decía, la gramática desvirtuó esta palabra al convertirla en coacción, que significa imposición. Esta idea de compartir la acción me lleva a desarrollar la idea que tenía Rousseau de la compasión. El filósofo suizo decía que la compasión es la única virtud natural, esta disposición adecuada a criaturas tan débiles y sujetas a tantos males como nosotros. A través de la compasión podemos identificarnos con la persona que sufre, y deseamos que se les alivie el “dolor y el malestar” y, no solo lo deseamos, sino que nos sentimos movidos a tratar de conseguirlo; por eso es que calza tan bien la reinterpretación de la ‘con-acción’.

La compasión, así entendida, nos permite concebir nuestras relaciones, ya no dependientes, ni regidas por la competencia. Considero que esta es la invitación que nos hace Jesús con el ejemplo de su vida. Es este el reconocimiento que buscamos y el que queremos que se instaure; como alguien que sufre, ayudado por otra persona que siente compasión por mi situación, he sido reconocido y tratado con decencia y cuidado. Y de la misma manera, me siento invitado a tratar a mis prójimos; con el mismo cariño y deferencia con la que yo me sentí tratado. En definitiva, desde nuestra relación con Dios, padre amoroso, que nos cuida y trata con ternura, desde donde podemos aprender a tratar y cuidar a quienes nos rodean; con especial atención de aquellos que sufren más de la cuenta.

La cancha está pintada, el reconocimiento que buscamos en los demás puede tergiversarse de vez en cuando y terminamos por poner nuestro valor en lo que los demás consideren de nosotros; sin embargo, es necesario tener siempre presente nuestro valor intrínseco, llamado dignidad, y luchar por el respeto del mismo. Pero incluso en nuestras luchas, no puede dejar de estar presente aquel ‘compartir la acción’, ese movimiento natural que me llama a acercarme a quien sufre, y a luchar a su lado para aliviar su dolor.

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Rodrigo Villanueva Sardón, SJ
Apoya en la pastoral del Colegio Cristo Rey y en la Red EseJoven Tacna

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