Una esperanza renovada

18 octubre 2020

Por Ronny Puma, SJ | Aprox. 3 min. de lectura.

Tras varios meses marcados por una serie de acontecimientos que reflejan una presencia protagónica de la injusticia, la desigualdad y el dolor en nuestra realidad, es necesario oxigenar el corazón y la fe. Ante los desoladores panoramas que podemos contemplar, es importante traer a la memoria que el mal no tiene la última palabra. «Vivimos siempre apretados, pero no aplastados; apurados, pero no desesperados» (2 Co 4, 8). Es necesario volver la mirada a Dios y a los que nos acompañan, la lucha es difícil, pero no estamos solos y debemos recordarlo para poder avanzar. Nuestra peregrinación terrena exige la compañía de una esperanza renovada, firme y entusiasta que anime nuestro proceder. A modo de introducción menciono estas ideas, en los siguientes párrafos quisiera desarrollarlas.

Hace algunos días escuchaba una triste noticia: una mujer sola, ya entrada en la vejez, fallecía en la puerta de su casa, en medio de condiciones que no le deseo a nadie. Cuando escuché esto, recordaba: vivimos en un mundo profundamente afligido por el predominio de los intereses individuales que niegan a otros el derecho a existir[1], se aniquilan los sueños y esfuerzos de tantos seres humanos que esperan con ansia la llegada de un futuro favorable. La situación se agrava cuando esos seres humanos son, precisamente, los más vulnerables de nuestra sociedad; pensemos, en los ancianos que, como aquella mujer, sufrieron y siguen sufriendo en esta pandemia, ancianos que, por su edad, por enfermedades anteriores o al ser «descartados de hecho frente a otra persona en el uso de un solo respirador disponible llevaron todas las de perder»[2]. En un escenario tan desgarrador, nuestros ánimos flaquean y la desolación amenaza con paralizarnos.

Aun frente a hechos tan atroces, como el que menciono, debe animarnos la promesa realizada por Jesús en los evangelios y recordada en el testimonio de tantos hermanos nuestros que nos precedieron en la fe: madres, padres y amigos que trabajaron para hacer de este mundo un lugar de encuentro fraterno. Dios no abandona a su pueblo, un pueblo que lleva la esperanza de la gloria futura como un «tesoro en vasos de barro» (2 Co 4, 7), una gloria de la que ya estará gozando aquella mujer, una gloria prometida por ese Dios que ha enviado a su Hijo al mundo porque ha contemplado la tristeza y el dolor de la humanidad, ese Dios que vio a las multitudes y «tuvo compasión de ellas» (Mt 9, 36). Una nueva esperanza de parte de Dios nos ha sido dada con la llegada de Jesús, que permanece y actúa en nuestra historia.

Pienso que el auxilio a los hermanos nos convoca a mantener y renovar la esperanza, a seguir trabajando por la construcción de una sociedad más justa, más fraterna, más humana. A raíz de los últimos acontecimientos, quisiera traer a la memoria unas palabras del papa Francisco, ellas nos recuerdan «que no podemos vivir sin el otro»[3], que necesitamos de los demás para llevar con entusiasmo nuestra existencia. El otro no solo nos da motivos para mantener la esperanza, sino que se convierte en la esperanza misma que mantiene firme y lozano el sentido de nuestra vida. El trabajo honrado de una madre o un padre de familia tiene sentido porque espera la felicidad de los suyos por medio de su acción desinteresada y amorosa. La misma imagen debe mover nuestro corazón para actuar conforme al ideal de una casa común donde cada ser humano tenga dignidad y lugar.

Con un corazón fuerte y un espíritu firme podremos superar las dificultades. Tenemos motivos para levantar la mirada y actuar, ¿por qué tener miedo?, «¿no te he mandado que seas fuerte y valiente?» (Jos 1, 9). La presencia cercana y activa de Dios, y la imagen fraterna de una verdadera sociedad humana, renuevan nuestra esperanza para avanzar en nuestro peregrinar.

[1] FRANCISCO, Carta enc. Fratelli Tutti (3 octubre 2020), 15.
[2] MARCELO FIGUEROA, ‟Jesús, el médico del amor divino integral en tiempos de pandemia”, L´Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (2 octubre de 2020), p.9.
[3] FRANCISCO, Videomensaje a la Asamblea General de la ONU (25 septiembre 2020), L´Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (2 octubre 2020), p.5.

 

Ronny Puma, SJ
Estudiante de Humanidades – Universidad Antonio Ruiz de Montoya
Apoya en CVX Universidad del Pacífico

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